Desde Fernando III el Santo hasta los Reyes Católicos la
muralla había sufrido un proceso de deterioro y desgaste debido a las razzias
de los granadinos.
La más grave, en que se derrumbó y arrasó la ciudad, fue en
la guerra fratricida entre Pedro I y Enrique II en 1368.
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Pedro I |
Reconstruida tantas
veces como había sido necesario, la muralla fue eliminada por la taxativa orden
de Isabel la Católica para evitar banderías y divisiones facciosas entre los
dos apellidos enemigos, Carvajales y Benavides que hacían de la ciudad un núcleo
inhabitable por la violencia que enrarecía su vida cotidiana en toda la
comarca. Las murallas servían de cobijo en los enfrentamientos y parapetados en
ellas se hacían fuertes unos u otros hostigando a la autoridad y desafiando a
la Corona. Arrasada la muralla y derribadas sus torres, la ciudad permaneció,
pues, desprotegida casi setenta años.
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Real Mandamiento de la Reina Isabel I, ordenando destruir el Alcázar de la ciudad y algunas puertas del recinto amurallado |
Son tiempos de bonanza política y social y, en realidad, la
existencia de la muralla es indiferente a planteamientos defensivos. Con la
explosión demográfica que suscitó la paz fueron adosándose viviendas en ambas
caras de la muralla como ya ocurriera con la paz del califato de Córdoba con
lo que los lienzos absorbidos tuvieron más posibilidades de sobrevivir. Había
perdido, pues, la muralla a la par que su interés defensivo, su simbología de bastión y
baluarte de la fe, para obtener un nuevo significado, esta vez negativo. La
muralla y el alcázar eran escudos impenetrables a la paz. Había que eliminarlos
si se quería alcanzar tan estimable bien, fuente de riqueza y prosperidad. Así,
esta nueva simbología también se alimentaba de la ideología cristiana que la
Monarquía ostentaba incluso en su denominación, los Reyes Católicos.
“Abiertas estarán tus puertas de
continuo;
ni de día ni de noche se
cerrarán,
para dejar entrar a ti las
riquezas de las naciones...
No se oirá más hablar de
violencia en tu tierra
ni de despojo o quebranto en tus
fronteras,
antes llamarás a tus murallas
“Salvación”
y a tus puertas “Alabanza”.
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Restos de Muralla "Puerta de Ubeda" |
Pero aquella paz, aquella bonanza económica no había de
durar mucho. Las relaciones con las Cortes del mundo inmediato se enrarecieron
con el Emperador y sus planes unificadores en materia religiosa, apareciendo el
peligro, hipotético pero tangible en el ambiente de la época, que suponía la
amenaza del Turco.
Secularmente el valle del Guadalquivir se había significado
como la entrada natural de las invasiones y Baeza sentía tambalear su integridad.
Urgía reparar la muralla, afianzar la defensa, y para ello da “liçençia e
facultad para que podays vender e vendays las dichas diez mill fanegas de cal a
la persona o personas que mas por ella os dieren y los maravedis que della
hizieredes e cobrades se tomen e se gasten en las obras e reparos
de los dichos muros e no en otra cosa alguna” .
Ocho años más tarde el aún príncipe Felipe escribe en los
mismos términos dando “liçençia y facultad [...] para que para efecto de
reparar los dichos muros podays vender las dichas doze mill fanegas de cal
biva”19 . Meses más tarde, una Real Ejecutoria de Carlos I“ manda que la
mitad de las penas que son debidas al fruto del juego, perteneçientes a la
Camara de Su Magestad, se entreguen para el reparo de los muros desta
çibdad” .
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Restos Muralla |
Al acentuarse el peligro turco en el último tercio del siglo
XVI, algunas puertas son cerradas, como la de Bedmar, en el flanco meridional
de la ciudad, junto a la cava, donde habían fundado los trinitarios calzados su
primer convento, “porque los caballeros beynte y quatro no pueden acudir a
guardar tantas puertas”, obligando a los vecinos a cambiar sus itinerarios
laborales. Para facilitar estos desplazamientos “los dichos señores mandaron
que un camino y rodeo que ay desde la Puerta del Postigo a la Puerta de Cordoba
se allane y aderece para que los caminantes puedan pasar bien .
Las
protestas no tardaron en producirse por parte de los vecinos que veían entorpecidas sus vidas, por lo que un mes después "acordaron que se abra la Puerta del Postigo y que los caballeros comisarios juntamente a su merced del señor coregidor atento que ay pocos caballeros fiadores que guarden tantas puertas y es grande el trabajo, que nombren dos dozenas de caballeros de fuera del cabildo que ayuden a guardar la dicha puerta"
Esta puerta del Postigo estaba en la puerta de Bedmar o
Quesada, y recibía su nombre de su peculiar característica que facilitaba su
uso debido a su menor tamaño, evitando tener que maniobrar con la enorme puerta
de Bedmar, llamada indistintamente por ser a las ciudades a que conducía el
camino que salía de esta puerta, la del barrio judío que encontraba en esta
puerta la perfecta esclusa para huir en caso de persecución. Ya en tiempos de
la reina doña Juana se había autorizado al Concejo a hacer unas tiendas en un
trozo de muro junto a esta puerta de Quesada o Bedmar “y que en ellas esten
los herreros e carpinteros desa dicha çibdad, las quales dichas tiendas diz que
podian rendir cada un año quinze o veynte maravedis” .
Fuente:
LA PUERTA DE
BEDMAR Y LA
MURALLA DE BAEZA:
SIMBOLISMO
Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Mª Cruz García Torralbo
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