San Vicente Ferrer acompañó a Baeza aun deudo suyo, clérigo valenciano,
notable pintor y escultor que quedó en aquella ciudad cuando San
Vicente se ausentó de ella y el cual residía en una casa próxima al
lugar en el que se edificó luego la capilla de San Francisco.
El clérigo
valenciano tenía su casa llena de pinturas representando paisajes de la
Pasión del Señor, pinturas hechas por él, y por el también tallado, un
Crucifijo de tamaño natural. Habla don Martín Ximena Jurado de estatua
de un hombre bien proporcionado.
La Escultura está desnuda del todo,
mas por honestidad, tiene cubierta la cintura con un paño de seda;
también la cabellera es postiza y cae devotísimamente sobre el rostro;
tiene las manos, pies y piernas hinchadas y todo el cuerpo acardenalado y
la sangre que procede de las manos, pies y costados, tan bien
representado, que parece más bien obra de la naturaleza, que
artificial”. Y añade que la figura es tal que ninguna persona la mira
sin ser provocada a gran devoción, a mucha lástima y muy intenso temor
reverencial y causa espanto que hace erizar los cabellos.
Rus
Puerta dice que orando una noche ante la escultura piadosa, halló el
clérigo una voz que le dijo “Dispón tú alma, que yo te daré el premio a
tu fe y buena obra”. Ordenó el clérigo sus cosas y se dispuso a bien
morir y en el testamento dispuso que el crucifijo se entregase a la
Cofradía de la Vera Cruz y la limosna que recibiera por ello, se
aplicase a las misas por su alma.
Una noche, un muchacho que servía
al sacerdote valenciano, salió a la calle diciendo que el Cristo ardía,
Juan de Santisteban penetró en ella con otros vecinos más y hallaron
dentro de ella al sacerdote valenciano muerto a los pies del Señor,
hincado de rodillas, las manos juntas, encorvados los dedos. Aquel fuego
que parecía incendiar la casa, había ennegrecido la escultura y en el
oratorio se apreciaba la reciente presencia de algo extraordinario y
maravilloso.
La Vera-Cruz dio treinta reales por la imagen y ésta
fue colocada en la capilla de los Hermanos de la Sangre de dicha
Cofradía en el Convento de San Francisco, de donde fue trasladada al
Santuario de la Yedra o del Rosel.
Si resulta bonita esta leyenda
sobre su origen y devoción, no menos sorprendente es la existencia de
“milagros” obrados por este Cristo.
Cito un texto: En un valle
encima de Rus y término de Baeza, está una ermita que llaman de la Yedra
por ser todas sus paredes y cercados de ella cubiertos de Yedra. Es de
la advocación de Santa Olalla de Barcelona, donde está un Santo
Crucifijo antiguo de excelente escultura y una imagen de la Virgen Santa
María Madre de Dios y Señora nuestra, que han resplandecido muchos años
con GRANDISIMOS MILAGROS haciendo muchas mercedes a quien a ellos se
encomienda. Fue una imagen muy celebrada en este año de 1411 por un
milagro que se hizo en doña María de Mendoza, mujer de Díaz Sánchez de
Benavides, Caudillo Mayor.
PERSONAJES
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