A partir de la puerta de Úbeda la muralla se bifurcaba en
dos lienzos. Los
árabes habían ideado un sistema defensivo ingenioso anteponiendo a la muralla
propiamente dicha, un antemuro, acitara o barrera, para dificultar el asalto en
caso de invasión, en el flanco más débil.
Está claro que al ser una ciudad acrópolis
encaramada en el cerro rocoso, el acceso a la ciudad por los flancos
escarpados es prácticamente imposible. De ahí que no disfrutara de foso como otras
ciudades, por serle inútil. Pero por el flanco en que las curvas de nivel comienzan a
separarse y a suavizarse la topografía se hacía necesaria una protección mayor. De
este modo construyeron el antemuro en ángulo desde la puerta de Úbeda hasta la del
Barbudo, pasada la de Jaén, zona en que se eleva otra vez el terreno,
colocando en el vértice el torreón de los Aliatares.
La muralla seguía curvada entre el caserío, como puede verse
la trayectoria en la parte interna de la puerta de Úbeda. Absorbida por las
viviendas de todos estos siglos, aún aparecen algunos trozos en los derribos de
casas antiguas.
La atracción que ejercía la muralla sobre los vecinos
quedaba determinada en función de materia de seguridad
que les confería. Una edificación apoyada en los muros urbanos gozaba de su consistencia, de su solidez. Si
la ubicación se establecía en la cara interna a éstas se les sumaba, además, la
protección. Si, por el contrario, apoyaba en el exterior, no era menos útil, dado
que los vecinos de la casa en cuestión perforaban el muro en puntos determinados
para ponerse a salvo de peligro. De este modo, vivienda y muralla formaban un
ente indisoluble.
En este lienzo de muralla se encontraba la puerta de la
Azacaya, a la altura de la calle Compañía que recibe el nombre precisamente por los jesuitas
que impusieron en el plano urbano el colegio seminario de Santiago que ha
sufrido en la actualidad un proceso de remodelación con fines multiprácticos, tras
haber sido el Depósito de Sementales del Ejército. A esta “puerta de la açacaya
o cañuelo le da fortaleça una gran torre con tres puertas,
dos que caen afuera y otra que pareçe en mediose
manifiesta ser obra de cristianos"
Los jesuitas habían fundado en 1570 en Baeza en la calle
Minas, pero como la fundación no prosperaba por la lejanía del centro de la
ciudad, deciden estudiar las posibilidades constructivas de los barrios baezanos y
las más viables para una fundación.
El más conveniente es el barrio de la puerta del
Cañuelo o Azacaya, en la muralla de las Barreras, en la colación de Santa Cruz .
El sitio es espacioso y les gusta por la facilidad que tiene para ensanchar y por
ser sano y saludable.
En 1591 ya han comprado 27 casas y al año siguiente la Ciudad
les regala una calleja transversal entre ellas, atendiendo a la petición que hizo
en el cabildo el padre Gonzalo Ramírez, rector del colegio “que tiene a las
espaldas dél una casa y que de presente la entra dentro y
que da a un callejon estrecho y que no serbira sino de inmundicias y sera razon de
cometerse algunas cosas indebidas, y asi, para el bien de la bezindad y de la
ciudad seria muy conbeniente cerrar dicho callejon y no es sin daño de nadie”
Pero no quedó ahí la cosa. Cuando en 1594 sea elegido rector
el padre Juan Ruiz y comience la iglesia pegada al muro la sentencia del
mismo está dictada. La Ciudad autoriza a los jesuitas a tirar cuanto les estorbe y
estos desmantelan con urgencia muro, torre y puerta de la Azacaya . Con toda
probabilidad las piedras fueron reutilizadas en la nueva construcción.
Eliminada esta
parte de la muralla baezana, se ponían las bases para que, poco a poco, fuera
desapareciendo toda ella, al quedarse sin argumentos la Ciudad para mantener su
alzado y prohibir su desmantelamiento.
Son muchas actas de cabildo en las que se
toma nota de esteasunto tratado en los plenos. Tanto religiosos como gentes
del pueblo acuden a la Ciudad a solicitar licencia para coger piedras de la muralla
para alguna obra, y muchas
veces se les concede.
El impacto que causó la desaparición de la torre y puerta de la Azacaya
al lienzo contiguo
hasta la torre de los Aliatares (actual torre del reloj) fue
el adelantar su natural deterioro.
En 1672 “la muralla de detrás de la Çacaya de
junto al colejio de Santiago que esta por vajo del
arco de la dicha iglesia” requiere
la visita de los alamines de la ciudad para que dictaminen “por estar
la dicha muralla enpeçada a undir y mui a pique
de que suçeda una desgraçia y aviendola bisto declaren el riesgo que amenaça y
lo que es neçesario para su reparo” . Nueve días después los alamines efectuaron el estudio y
dictaminaron que se podía reparar.
La Ciudad sacó a concurso público la obra. No consta que se
llevara a efecto.
La muralla va teniendo sus días contados. Don Gabriel de Ayala
presenta una petición para que se repare el arco de la Azacaya que
está a punto de caerse.
La Ciudad, como siempre, contesta que se estudiará . Y
debieron de estudiarlo bien porque durante todo el siglo XVII el arco (paso
obligado de la ciudad intramuros a la calle Barreras y ensanche) aparece de manera continua
en los documentos.
Ejemplos no faltan. Sebastián Ruiz Crestino presentó una
petición diciendo que tenía “unas casas tienda en el arco de la çacaya que
arriman a la muralla las quales por estar inabitables no
redituan maravedis algunos por estar totalmente muy deterioradas amenaçando
ruyna y peligro a las linderas que tanvien lo son de dicha quiebra y por estar
prosimo el temporal de invierno y ser menester mucha cantidad para
redificarlas” solicita
licencia para desmantelarlas .
De igual modo se expresaba Cristóbal Demírez que “bibe en
unas casas desta çiudad calle de las
barreras que hacen esquina al arco de junto a la Compañia de Jesus, las quales dichas
casas con el temporal deste ynvierno tienen neçesidad de algunos reparos”.
Igualmente, salen en
arrendamiento unas casas propiedad de la ciudad “en los portales de las barreras
que hazen rincon por bajo del arco de la Compañia, luego
que esten reparadas de la obra que se esta haçiendo en ellos” . Al año siguiente, Juan de
Rus, “como en las casas en que bibe en las barreras alindan con la muralla
desta ciudad la qual esta maltratada tanto que amenaça proxima ruyna”, pide que se repare la muralla “por
el daño que amenaza a su casa y familia” . También el caballero
veinticuatro Francisco de Acuña vive junto al arco “y la muralla que pega a su casa y el
arco amenazan ruina inmediata y que se van a caer
las piedras a su casa por lo que ha ordenado que desmonten unas pocas piedras
para evitar peso”.
Lo que no consiguió el tiempo ni los temporales lo
consiguieron los jesuitas.
Adornado todo el memorial con un sin fin de florituras lingüísticas y
razonamientos, los jesuitas convencen al Cabildo que concede lo que le piden. De este
modo, la calle Compañía quedó configurada y el estrecho callejón, la muralla con su
torre y puerta de la Azacaya y el arco de la calle Barreras desaparecieron .
Ahora, los jesuitas, con la construcción de su nueva iglesia y la remodelación de la
calle para hermosearla como Baeza y su famosa procesión del Corpus se
merecen, hacen desaparecer aquel símbolo histórico de toda la vida de España.
Al
eliminar la muralla se borran de un plumazo sus raíces denunciantes de la fe cristiana que
tuvo en la Edad Media, sus connotaciones pacifistas en la Modernidad de los
Reyes Católicos, sus fines disuasorios ante los problemas turcos del
Emperador y su hijo, su dolorosa depresión y doble moralidad del XVII. Ahora la muralla
estorba como estorba
todo lo viejo. Aquellos soberbios baezanos que sólo viven de
glorias pasadas, de recuerdos victoriosos al lado del Rey Santo, de blasones
y de alcurnias rancias y trasnochadas, tienen en la vieja muralla, en su
destrucción, motivos de orgullo y vanagloria. La ciudad no se merece esa antigualla, y el
lustre de la procesión del Corpus
depende de su eliminación.
“Caíste, altiva Roma, en fin caíste,
tú, que cuando a los cielos te
elevaste,
ser cabeza del orbe
despreciaste,
porque
ser todo el orbe pretendiste
Cuanta soberbia fábrica
erigiste,
con no menor asombro despeñaste,
pues del mundo en la esfera te
estrechaste,
¡oh, Roma! y sólo en ti caber
pudiste.
Fundando en lo caduco eterna
gloria,
tu cadáver a polvo reducido
padrón será inmortal de tu
victoria,
porque siendo tú sola lo que has
sido,
ni gastar puede el tiempo tu
memoria,
ni tu ruina caber en el olvido”.
Gabriel Álvarez
de Toledo.
Fuente:
LA PUERTA DE
BEDMAR Y LA
MURALLA DE BAEZA:
SIMBOLISMO
Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Mª Cruz García Torralbo
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