Fue mandada construir por el concejo de la ciudad
para conmemorar la culminación de la traída de aguas de la Celadilla en 1564, a
la vez que servía para abastecer al barrio de la Catedral, viviendas del
cabildo secular y eclesiástico, la nobleza local y la misma Universidad, siendo corregidor el licenciado Manrique de
Cabrera y autor del proyecto, y de la fuente misma, el maestro arquitecto
baezano Ginés Martínez de Aranda.
En 1585 Aranda abandona Baeza para instalarse en Castillo de Locubín, en
donde se casa y nacen sus hijos, dos de los cuales serán arquitectos. Allí construyó
la iglesia de San Pedro.
En 1590, fue nombrado Maestro Mayor de la ciudad de Alcalá la Real, donde fue protegido por Maximiliano de Austria, y en la que llevó trabajos en la fortaleza de la ciudadela de La Mota.
Cuando Maximiliano fue nombrado obispo de Cádiz, Aranda lo siguió, ocupando el puesto de maestro de obras del cabildo gaditano. Tras el saqueo del Conde de Essex, en 1596, Ginés Martínez construirá la iglesia de Santa Cruz o Catedral Vieja, cuyas trazas algunos atribuyen a Cristóbal de Rojas, que entonces se ocupaba de las fortificaciones de la ciudad.
Por los mismos años, nuestro autor trabajó en la Cartuja de la Defensión en Jerez de la Frontera.
La etapa más fecunda de Aranda fue la gallega. Nombrado en 1603 Maximiliano de Austria arzobispo de Santiago, el arquitecto acompaña de nuevo a su protector. Por desgracia, éste falleció muy pronto, en 1606, y Ginés regresó a Andalucía, en donde pasó el resto de sus días hasta su muerte en 1622.
En Santiago de Compostela, además de viajar a la costa para dictaminar sobre las fortalezas de la mitra, se ocupó de las obras de la Catedral, de la iglesia del monasterio benedictino de San Martín Pinario, de las obras del claustro del convento de San Francisco, y diseñó el colegio de San Clemente. Pero en donde Ginés Martínez de Aranda dejó su mejor obra en Santiago fue en las monumentales escaleras de la fachada del Obradoiro, en la que también hizo «el famoso estribo» de la torre de las campanas.
En cuanto al contenido de la obra, en la primera
parte, que trata de arcos, figuran 70 tipos de arcos diferentes, de estructura
dificultosa la mayor parte. En la segunda parte, sobre capialzados y vanos, hay
50 tipos. En la tercera parte, dedicada a las escaleras, hay 11 tipos
diferentes de caracol. Por el número de ejemplos, Ginés Martínez de Aranda es
el tratadista de su época que ofrece mayor minuciosidad y variación sobre el
tema, convirtiéndose así en el autor que dedicó mayor atención al problema del
«cerramiento» o abovedamiento de las fábricas de arquitectura.
Nació en Baeza en el seno de una familia de arquitectos, fundada por
Ginés Martínez ´El Viejo, fue el principal miembro de una dinastía activa en
Jaén y Granada durante el siglo XVII. Su carrera comenzó muy temprano. En 1564,
siendo Maestro de Aguas y Fontanero de Baeza, labró la fuente de Santa María,
que Federico García Lorca definiría como una «fuente de severidad pagana, que
parece el cuerpo final de un arco de triunfo al que la tierra se hubiera
tragado».
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Iglesia de San Pedro en Castillo de Locubín. |
En 1590, fue nombrado Maestro Mayor de la ciudad de Alcalá la Real, donde fue protegido por Maximiliano de Austria, y en la que llevó trabajos en la fortaleza de la ciudadela de La Mota.
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Castillo de la Mota |
Cuando Maximiliano fue nombrado obispo de Cádiz, Aranda lo siguió, ocupando el puesto de maestro de obras del cabildo gaditano. Tras el saqueo del Conde de Essex, en 1596, Ginés Martínez construirá la iglesia de Santa Cruz o Catedral Vieja, cuyas trazas algunos atribuyen a Cristóbal de Rojas, que entonces se ocupaba de las fortificaciones de la ciudad.
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Interior de la Iglesia de Santa Cruz (Cádiz) |
Por los mismos años, nuestro autor trabajó en la Cartuja de la Defensión en Jerez de la Frontera.
La etapa más fecunda de Aranda fue la gallega. Nombrado en 1603 Maximiliano de Austria arzobispo de Santiago, el arquitecto acompaña de nuevo a su protector. Por desgracia, éste falleció muy pronto, en 1606, y Ginés regresó a Andalucía, en donde pasó el resto de sus días hasta su muerte en 1622.
En Santiago de Compostela, además de viajar a la costa para dictaminar sobre las fortalezas de la mitra, se ocupó de las obras de la Catedral, de la iglesia del monasterio benedictino de San Martín Pinario, de las obras del claustro del convento de San Francisco, y diseñó el colegio de San Clemente. Pero en donde Ginés Martínez de Aranda dejó su mejor obra en Santiago fue en las monumentales escaleras de la fachada del Obradoiro, en la que también hizo «el famoso estribo» de la torre de las campanas.
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Catedral Santiago de Compostela |
El manuscrito titulado Cerramientos y trazas de montea, que se
conserva en la biblioteca de Ingenieros del Ejército, está incompleto. El
autor, en la nota de introducción, advierte al lector que el libro se compone
de cinco partes. De ellas el copista sólo transcribió tres, dejando la última
incompleta. El volumen, encuadernado en piel, tiene muchas hojas en blanco,
reservadas en principio para esas dos últimas partes, y carece, asimismo, de la
dedicatoria de Aranda a Maximiliano de Austria, que en principio se sabe que
figuraba en el original.
Todo apunta a que dirigió no sólo la obra
arquitectónica de dicha fuente, sino también toda la red hidráulica de
captación de la mina del Arca del Agua y su posterior distribución. No debía
faltarle pericia a este personaje perteneciente a una dilatada familia de
canteros locales, cuyos mejores exponentes fueron su sobrino Ginés Martínez de
Aranda, autor del más amplio tratado español de trazas de montea, y Juan de
Aranda Salazar, maestro de obras de la Catedral de Jaén en la segunda década
del siglo XVII. De hecho se requería una sólida formación ingenieril, pues no
era infrecuente en la época el fracaso de tales empresas, debido sobre todo a
fallos en los gradientes de nivelación, como fue el caso de Valladolid hasta la
intervención del arquitecto Juan de Herrera.
Por desgracia, la construcción de esta red
hidráulica de abastecimiento no puede relatarse de forma detallada, debido a la
falta de la pérdida de la mayor parte de las Actas Capitulares baezanas del
siglo XVI.
Esta fuente forma parte históricamente de la red
de abastecimiento urbano de la mina del Arca del Agua , creada a mediados del
siglo XVI. Desde la fuente del Arca del Agua la red principal llegaba a la
fuente Alta del Ejido (desaparecida hacia 1960), donde se bifurcaba en dos, un
ramal hacia la puerta de Toledo y otro hacia la puerta de Úbeda, desde donde el
agua seguía por la plaza de Santa Clara al arca de la iglesia de San Juan (para
abastecer a las Casas Episcopales) y, finalmente, hasta la fuente de Santa
María.
Este excepcional monumento conmemora el éxito de la traída del agua desde la citada mina (también conocida como mina de la Celadilla) hasta el mismo centro intramuros de Baeza. De ahí la cartela que en ella alude a la fecha de culminación de la fuente y del sistema ingenieril para su abasto, 1564, y a su autor, el baezano Ginés Martínez, “maestro de traer y sacar el agua y hacer las fuentes”, tío carnal del conocido arquitecto y tratadista Ginés Martínez de Aranda (1556-1620). Otra de las cartelas de la fuente alude al año 1770, pero alude, más que a la renovación de su edificio, a la remodelación general del sistema de cañerías de la red del Arca del Agua, en tiempos del corregidor don Blas Tenorio de Mendoza. La fuente en sí misma tuvo que ser reparada, con aderezos de poca entidad, en 1554, 1625, 1643, 1728 y 1751.
Fue restaurada la fuente entre 1993 y 1994, a
cargo del arquitecto Pedro Salmerón Escobar, lo que permitió recuperar su
función al volver a dotarla de agua corriente. Cerca de esta fuente, en la
esquina oriental de las Casas Consistoriales Altas, se conserva una estructura
cúbica de sillería, la única bien conservada de entre las arquetas de registro
que controlaban el abasto de agua de las fuentes públicas de Baeza
Esta fuente históricamente se usó siempre para
abasto preferentemente de los vecinos, por la dulzura y calidad de las aguas de
la mina del Arca del Agua o de la Celadilla. Abastecía al vecindario intramuros
del barrio catedralicio. La mitad del agua que llegaba hasta el arca de San
Juan era para la autoridad episcopal y la otra para uso público.
Pero destaca especialmente su valor simbólico y retórico
como emblema humanista del poder urbano y de la oligarquía local en plena
difusión de los ideales estéticos renacentistas.
No es de extrañar que aún hoy día siga siendo la imagen más tópica del casco histórico de la ciudad, declarado en 2003, junto con la vecina Úbeda como Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Referencias literarias antiguas y modernas ensalzan la nobleza y dignidad de este “edificio del agua” que centra la plaza de Santa María. El jesuita baezano Francisco de Torres, en su historia manuscrita de la ciudad (1677), la alaba como “arco triunfal de piedra franca en que se ven esculpidas de relieve hermosas y menudas molduras de varias figuras, lazos y escudos de armas del rey y de la ciudad”. En 1789, con ocasión de la proclamación real de don Carlos IV, se pusieron luminarias por cinco noches en los edificios públicos y en “la gran fuente con tres arcos de jaspe de tan perfecta arquitectura”. García Lorca, en su visita a Baeza en 1927, veía en ella “una fuente de severidad pagana que parece el final de un arco de triunfo al que la tierra se hubiese tragado”; y, en sus Soledades (1899-1907), Antonio Machado la menciona así: “la fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda”.
No es de extrañar que aún hoy día siga siendo la imagen más tópica del casco histórico de la ciudad, declarado en 2003, junto con la vecina Úbeda como Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Referencias literarias antiguas y modernas ensalzan la nobleza y dignidad de este “edificio del agua” que centra la plaza de Santa María. El jesuita baezano Francisco de Torres, en su historia manuscrita de la ciudad (1677), la alaba como “arco triunfal de piedra franca en que se ven esculpidas de relieve hermosas y menudas molduras de varias figuras, lazos y escudos de armas del rey y de la ciudad”. En 1789, con ocasión de la proclamación real de don Carlos IV, se pusieron luminarias por cinco noches en los edificios públicos y en “la gran fuente con tres arcos de jaspe de tan perfecta arquitectura”. García Lorca, en su visita a Baeza en 1927, veía en ella “una fuente de severidad pagana que parece el final de un arco de triunfo al que la tierra se hubiese tragado”; y, en sus Soledades (1899-1907), Antonio Machado la menciona así: “la fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda”.
DESCRIPCION
La fuente, exenta, está constituida por un pilar lobulado con moldura que
rodea a un arco de triunfo cuyos frentes se orientan en dirección norte-sur.
El
primer cuerpo de la construcción lo constituye una serliana
realizada con cuatro pilastras cuadradas que traen adosadas respectivas parejas
de columnas toscanas sobre pedestales. El arco central de aquella es de medio punto,
moldurado, con ménsula en la clave y en justaslisas. Las
tres calles generadas por la serliana están rematadas por un entablamento
de friso vacío,
mientras la diferencia de altura entre el arco central y los dos vamos adiltelados
laterales queda salvada por la presencia de ocho cariatides alegóricas
(cuatro por frente) prolongando los ejes de las pilastras y, en las calles
laterales, cuatro cartelas conmemorativas (dos por frente) trayendo
el siguiente texto:
Por su parte, en los flancos occidental y oriental de este mismo cuerpo se encuentran respectivamente el escudo de Baeza y una quinta cartela conmemorativa donde puede leerse lo siguiente:
Renovóse esta fuente, siendo corregidor y primer juez de letras de esta ciudad, el señor Dr. D. Blas Tenorio de Mendoza, año de 1670.
El segundo cuerpo (reducido a la calle central) está enmarcado por dos grandes ménsulas y sostenido por dos parejas de atlantes que flanquean respectivamente en cada uno de los dos frentes las armas de Felipe II;4 todo ello se remata con frontón triangular.
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