lunes, 4 de enero de 2016

PUERTA DE UBEDA


La fortificación musulmana de Baeza tiene su origen en las obras emprendidas por Haxem-ben-Abdelazis en 886. Poco después, el caudillo muladí ibn Hafsun añadió la plaza a sus dominios y la mantuvo por espacio de casi veinte años.


Durante el siglo IX se la disputaron los reinos de Granada, Sevilla y Almería. Al debilitarse el poder almohade Alfonso VII de Castilla la conquistó, pero en 1157 volvió a manos de los musulmanes. En 1159 ibn Mardanish la arrebataría a los almohades. En la época de Yusuf I (1163-1184) la ciudad debió ser fortificada dentro del programa emprendido por el califa

 

El 21 de julio de 1212, pocos días después de la batalla de las Navas de Tolosa, el ejército cristiano llegó a Baeza, encontrándola desguarnecida y desierta. Los cristianos no debieron causar daños importantes en las defensas, pues éstas resistieron un asedio regular meses más tarde.


Al Bayasi se proclama califa de Baeza, rebelándose contra al-Adil. Éste le arrebató todos sus territorios, y en 1224-1225 lo sitió en Baeza, quedando finalmente el alcázar en posesión de los castellanos al ofrecerlo Al Bayasi como contrapartida a la ayuda prestada.


 Tras la muerte de Al Bayasi la población intentó recuperar su alcázar de manos cristianas, dando lugar al final a su evacuación en 1226, época en que empezó su repoblación cristiana. El lugar conoció nuevos asaltos en épocas posteriores: 1368, 1407, 1464, y 1475, esta última debido a las guerras civiles, siendo Baeza partido de la Beltraneja. Los Reyes Católicos ordenaron demoler el alcázar hasta los cimientos.


Baeza, como toda ciudad musulmana de cierta importancia, contaba con tres recintos sucesivos de fortificaciones: el castillo, el alcázar y las murallas.
La puerta de Úbeda está formada por un vano de medio punto abierto en un lienzo de muralla a base de sillares que conecta con un torreón de planta cuadrada con las aristas reforzadas, horadados sus laterales con ventanas, una triangular y otra cuadrada, mientras que el frente exterior está cerrado y conserva un escudo de los Reyes Católicos. Estaba defendida por un gran torreón de base cuadrada.




 La primitiva muralla califal, que contaba con accesos rectos y sencillos, sufrió una remodelación en época posterior, dotándose de accesos dobles y desenfilados. Probablemente esta reforma fuera realizada en época almohade, aunque también pudo hacerse en época cristiana. Sea como fuere, la importancia de Baeza en la edad Media supuso un proceso continuado de restauración y acrecentamiento de sus murallas.



 
Durante muchos años (demasiados), nuestros monumentos han sufrido un gran deterioro, derribos e incluso saqueos.





 
Se dejaron construir muchas edificaciones junto a la muralla, las cuales todavía existen y no dejan contemplarlas en su magnitud. En este caso en concreto fué posible su derribo.














Escudo Reyes Católicos

Bandera de Baeza


Hornacina adintelada con marco realzado de piedra y reja de hierro que guarda un cuadro de la Anunciación.






Cuadro de la Anunciación






La hornacina se encuentra entre dos grandes columnas corintias que soportan un frontón partido por una cartela vacía.








Continuando con una larga tradición, los ejércitos musulmantes del siglo XIV incorporaban grandes ballestas montadas sobre estructuras de madera que requerían el uso de tornos o poleas para ser cargadas. No obstante, los cristianos incorporaron rápidamente estas armas, que podían lanzar grandes flechas.




La pieza de artillería de tensión más popular durante la Edad Media fue la ballesta de torno, conocida por los árabes con el nombre de jarkh.
Presentaba un arco de mayores dimensiones (más de un metro) que una ballesta de mano. En su parte posterior disponía de una polea para cargar la pieza. A causa del elevado tamaño y del peso se instaló encima de una base lo que le permitía apuntar en cualquier dirección y a cualquier altura. Capaces de disparar flechas de medio kilo a una distancia de más de 400 m., estas maquinas portátiles fueron usadas con gran asiduidad durante los siglos XII, XIII y XIV.












Gracias a su especial anclaje al suelo gozaban de una mayor estabilidad, que también redundaba en la posibilidad de adoptar unas dimensiones superiores. En cuanto a sus diseños eran muy variados, en función de la inclinación de las patas y de su número.

Estas piezas de artillería de tracción humana llegaron desde China hasta el mundo musulmán y Bizancio a través de los pueblos nómadas que se movían entre los dos territorios. Desde allí se extendieron hasta Europa Occidental de la mano de los musulmanes, apareciendo en primer lugar en la Península Ibérica, desde donde se trasladaron al resto de Europa.



Monumento erigido en conmemoración a los 200 ballesteros del Señor Santiago












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