martes, 19 de enero de 2016

HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE BAEZA (3ª PARTE)



La antigua universidad se encontraba intramuros, no muy lejos del alcázar de la ciudad, en un edificio que perteneció a la familia de los Acuña y que había sido incautado por Carlos I por haber servido de lugar de reunión a los comuneros baezanos. Terminadas las obras del nuevo edificio en 1593 el traslado solemne al mismo se realiza en 1595, quedando en la primitiva fundación la enseñanza primaria hasta que pasa definitivamente al nuevo edificio en 1814.  



Antigua Universidad

Copia notarial de la bula de Pío V de 17 de enero de 1565 confirmando erección de la Universidad de Baeza



Don Bartholome Sanchez Sotes, presbítero, prior propio del Santuario Crhsto de la Yedra, y Nuestra Señora de Val, extramuros de esta Ciudad de Baeza, Notario Originario del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba; otro si, Secretario del Claustro de la Insigne Universidad Estudios generales del Título de la Santísima Trinidad de dicha Ciudad de Baeza, doy fe y verdadero Testimonio á los Señores, que el presenten vinieren, como entre las Bulas, Rescriptos Apostólicos y Reales Cedulas, que se conservan en el archivo de dicha Universidad, se halla una Bula en Pergamino con Sello de plomo pendiente de cordones de seda, concedida por Nuestro Beatisimo Padre el Señor San Pio Quinto, dia diez y siete de Enero del año pasado de mil quinientos sesenta y cinco, y primero de su Pontificado, cuya Copia á letra es como se sigue”.








El 07 de abril de 1609 se aprueban los Estatutos de la insigne Universidad Santísima Trinidad de Baeza. Se conocen dos ediciones de los estatutos impresos. La primera es contemporánea y contiene los Estatutos y la Escritura de Concordia y la segunda, proveniente de una donación particular por parte de Miguel Molina Campuzano, la cual reside en el Archivo Histórico Municipal de Baeza. 







Además de los Estatutos se incluye la Escritura de Concordia y la Real Provisión (año 1777) por la que se establece que la Universidad de Baeza es una de las aprobadas del Reino y que los grados obtenidos en ella tienen el mismo valor que los que se adquieren en Salamanca.







El culto concepcionista fue especialmente destacado en Andalucía y, sobretodo en Baeza, cuya Universidad se convirtió desde su fundación en una de las principales promotoras de la proclamación de este misterio como dogma de la Iglesia Católica.

La devoción a la Inmaculada Concepción tuvo especial difusión en la España de los siglos XVI y XVII. También en Jaén. El Cabildo municipal de esta ciudad pronunció un voto y juramento en defensa de la Inmaculada en 1640 y el de Baeza en 1645. La Universidad de Baeza lo hizo mucho antes, en 1618. 




Como es sabido, desde finales de 1617 esta Universidad, al igual que otras muchas, exigía a sus alumnos un voto o juramento de defensa de este misterio, requisito previo a la colación de sus grados académicos. Y fue precisamente con ocasión de la fiesta de Baeza a la que da nombre el libro, cuando se acordó redactar el juramento o Estatuto inmaculista en dicha Universidad, promulgado solemnemente el 14 de enero de 1618 en el Claustro de profesores  de las Escuelas y Universidad de la Santísima Trinidad de  Baeza. (Dicho Juramento figura en el folio 48 de la presente obra.)




El redactor y compilador del libro fue Antonio Calderón, catedrático de Artes en la Universidad y uno de los siete jueces de la justa poética celebrada en diciembre de 1617.

Antes de la relación propiamente dicha de la Fiesta, hay una dedicatoria de Calderón a su Ciudad de gran interés histórico y literario. Su intención es el de elogiar su Ciudad y su Universidad por ser paladín del culto concepcionista. Nos dice:Honra es de las Escuelas de Baeza que se sepa lo que ha hecho en honra de la Concepción purísima de María, y mía lo será no pequeña de camino de paso honrar mi patria, diciendo algunas de sus excelencias.”

Presenta a continuación una serie de documentos muy variados, que sirven para conocer los acontecimientos que propiciaron la celebración de la Fiesta. Tras estos preliminares Calderón nos presenta los textos relativos al certamen poético, sobresaliendo entre éstos el poema latino del propio Calderón  que contiene “los más grandes fundamentos  que hay a favor del misterio de la Concepción” reflejando el marcado carácter doctrinal  que la Universidad de Baeza supo imprimir en la celebración de la fiesta en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

En 1807 tiene lugar su primera supresión. No obstante, reanudaría sus cursos entre 1815 y 1824, fecha en que por real decreo de Fernando VII, ejecutado por la Real Chanchillería de Granada, queda definitivamente suprimida.


 Edificio que albergó la Real Chancillería de Granada desde 1537, y que actualmente es la sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucia






El estudiante entraba de muy niño, con una edad comprendida entre los  5 y 6 años, donde aprenderá a leer, deletrear, escribir y “el Jesús” o Doctrina Cristiana.


Cuando tenga 8 años podrá ser examinado para ingresar en las clases de minimos de Gramática o Latinidad: estará ya en el edificio principal de la Universidad, en los Generales o gimnasios del patio pequeño; pasará luego a menores, a medianos y a mayores. Con 12 años hablará ya la lengua universitaria, el latín y podrá inciar los estudios de Artes o Filosofía y será ya un universitario completo.


A los 15 podrá examinarse de Bachiller en Filosofía y entonces podrá elegir entre seguir estudiando Artes, para licenciarse a partir de los 16 y obtener su Magisterio a los 20; o bien podrá entrar en la carrera eclesiástica, pasando a estudiar Teología.


A los 20 años, podrá obtener el Bachilleramiento en Teología. De este modo, a los 24 años pordrá ser un Licenciado y a los 25 podrá ser Doctor.


En aquellos tiempos no había Colegios mayores de Baeza, de forma que los estudiantes manteístas, que no vivían en el Seminario, tenían que buscar alojamiento en casas particulares de la ciudad. Pero antes de comprometerse en el alquiler debían consultar al Rector quien autorizaba o no al estudiante a alojarse allí, según los informes que tuviera de la casa. Esto lo disponían los Estatutos y siguió siendo válido en el siglo XVIII.


Habían también casas regidas por estudiantes ya graduados; eran los llamados “antiguos” que debían tener al menos 8 pupilos para tener autorización de la Universidad.

Los estudiantes se levantaban a las 6 de la mañana, se aseaban y se ponían a estudiar hasta las 7.30, hora en la que desayunaban; los días de fiesta se permitía cierta indulgencia en este aspecto.


A las 8 salían hacia la Universidad, formados en grupos, con el “antiguo” al frente “observando el mejor orden por las calles, sin permitirles separación y cuidando que no haya alborotos ni ruidos escandalosos”.

Terminadas las clases, volverán con el mismo orden a sus casas, y allí estudiarán hasta las 12, hora de la comida. Descansarán un rato y volverán a la Universidad para las clases de Vísperas. Al toque de las oraciones de cada día, todos los pupilos estarán ya en casa; a las 9 cenerán y después de rezar el rosario, se irán a dormir.


Los  “antiguos” debían cuidar de que no saliera ningún estudiante a la calle sin su permiso, y sólo en casos de verdadera necesidad; y que no vayan a los billares, ni a “casas de sospecha” ni tengan compañía de personas “cuya conducta no esté bien acreditada”.  Las quejas debían exponerse a la superioridad académica para que le castigase o reprendiera. Además los “antiguos” tenían la obligación de presentarse los miércoles al Claustro de Rector y Consiliarios para informar de la conducta de sus pupilos.


Existieron muchas quejas por los estudiantes por el alto precio que debían pagar en las casas de los “antiguos”, 120 reales y una fanega de trigo al mes, mientras que existían otros sitios que sólo cobraban 80 reales y la fanega de trigo.


En algunos casos, los estudiantes alegaban tener parientes en la ciudad y solicitaban permiso al Rector para vivir con ellos; El Rector lo solía conceder pero después de comprobar la seriedad de la casa, quedando a las ordenes del “antiguo” mas cercano a su vivienda, al cual le debían obediencia, debiendo igualmente hacer su vida cotidiana junto a su grupo asignado.


Los estudios propiamente dichos eran gratuitos: sólo se abonaban derechos por los actos académicos, es decir, por toda clase de examen o acto público que exigiera solemnidad y concurrencia de gente.


Los Estatutos ponen unas tasa que servirán hasta 1775, fecha en que se da una Real Orden que trata de unificar los derechos académicos en todas las Universidades.

La concesión de los Grados menores era motivo de grandes fiestas en la Universidad. La noche anterior se iluminaba la torre de la Iglesia de San Juan Evangelista con fuegos artificiales y antorchas, con grandes protestas de los vecinos próximos y salían de la ciudad tocando trompetas y chirimías. En el patio de la Universidad se ponían colgaduras y “ornatos de seda” y más aún en el Teatro o paraninfo. Además se hacían carteles con versos latinos y castellanos, “jerogríficos y empresas que den testimonio de profesión de letras y reseña de buenos ingenios” (Vitores o grafitis de la época). A los gastos de dicha fiesta contribuían todos los graduados con una pequeña cantidad que administraba un alumno nombrado como el “colector”.







Libro de Grados 1549-80


Como vemos, prácticamente la vida del estudiante estaba “predeterminada” por los Estatutos, incluso en este caso donde leemos “ recomendamos que se gaste una moderada suma y que lo que sobrase, se devolviere a los alumnos”.


El día de la Santísima Trinidad era el destinado tradicionalmente a la entrega de Grados: la Real Orden de 1786 traslada el acto al día de San Juan, pero sea un día u otro, la fiesta se celebraba de igual forma.


También estaba previsto en los Estatutos que los alumnos de la Universidad llevaran una vida piadosa, que confesaran y comulgaran una vez al mes, en la fiesta que celebren las Escuelas al Santísimo Sacramento. A ser posible, que oyeran Misa “todos los días”, en la capilla del Claustro. En cuaresma, asistían los estudiantes miércoles y viernes a los sermones de la Catedral.


Los estudiantes, como gente joven que eran, aprovechaban todas las ocasiones y medios que la vida de la ciudad les presentaba, que no debían de ser muchas, porque Baeza como ciudad universitaria vigilaba evitar distracciones de sus estudiantes. Como anécdota podemos contar el caso de que “una compañía de farsantes” con ánimo de dar unas representaciones en la ciudad. Entonces la Junta de Gobierno exige al Corregidor que expulse a la compañía de la ciudad, recordándole la Real Provisión de 1729 por la que se prohíbe toda diversión pública en Baeza durante el curso. Finalmente, el Corregidor hace salir a los cómicos de la ciudad.

También es conocido que los estudiantes aprovechaban la mínima para divertirse. En la fiesta de Santo Tomás que se celebraba en la Iglesia del Convento de Santo Domingo y cerca del camino de Ibros, estos aprovechaban para bajarse a Ibros en cuadrillas causando alborotos cuyos habitantes se quejaban constantemente. También se sabe que algunos estudiantes fueron expulsados de la Universidad por provocar conflicto con los representantes de la justicia de Ibros.

También se hace referencia a la expulsión de otros alumnos de Ibros. Un catedrático pasa por delante de la Universidad y encuentra abierta la puerta del patio bajo y la de una de las aulas. Entra sospechando algo raro y se encuentra a 3 filósofos de Ibros que, “con una mujer de mala nota…querían saciar sus pasiones”. Aunque fueron expulsados en principio, tras pedir perdón los estudiantes y pasar 1 día en la cárcel de la Universidad, fueron readmitidos por la mediación de uno de sus profesores.


El Curso Académico comenzaba el 9 de septiembre, día de vacaciones “por principio de año de estas Escuelas y por ser el día que se hace elección de Rector y Consiliarios”. Sólo del 1 de julio al 15 de agosto cesaban totalmente las clases en la Universidad, aunque podía permitirse a los catedráticos de Gramática dar alguna hora de clase durante ese tiempo para que no se dahabituaran los estudiantes.

En Semana Santa había clase hasta el miércoles a medio día.




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