*** D. PABLO JOSE ANTONIO DE OLAVIDE Y JÁUREGUI Y LA IGLESIA SAN PABLO DE BAEZA *****
El 25 de enero de 1725 nacía en la capital del Perú Pablo de Olavide y
Jáuregui, primogénito de la familia del hidalgo navarro Martín de
Olavide, contador mayor del Tribunal de Cuentas de Lima y María Ana de
Jáuregui.
Era su madre hija del capitán sevillano Antonio de Jáuregui,
avencidado en Lima, que había casado con una joven limeña, María Josefa.
Dos hermanas tuvo nuestro hombre: Micaela y Josefa.
A este
meteórico ascenso en la carrera universitaria hay que añadir su
participación en la vida jurídica del país, ya que fue recibido como
abogado en la Real Audiencia de Lima en 1741, de la que llegó a ser
nombrado Oidor en 1745, después de haber jurado el cargo de asesor
jurídico del Ayuntamiento limeño.
Llegó a Cádiz, en junio de
1752, desde donde pasó a Sevilla y Madrid con cartas de recomendación de
su "íntimo amigo" el marqués de la Cañada, unido a él, sin duda, por
lazos comerciales.
En junio de 1767, es designado para llevar a
cabo una de las empresas más arriesgadas de Carlos III: colonizar con
elementos extraños (alemanes, bávaros, suizos, griegos, y finalmente
catalanes y valencianos) extensas regiones desérticas de Sierra Morena,
en el camino de Andalucía a Madrid, infestado de bandoleros que ponían
en peligro las comunicaciones normales con la corte. Pero no sólo es
esto. Anejos a este empleo, recibe los nombramientos de Intendente de
Andalucía y Asistente de la ciudad de Sevilla, cargos que le facilitarán
su labor colonizadora pero que, en la práctica, supondrán una nueva
llamada a su actividad, que se verá desbordada por los acontecimientos.
Para toda la Europa culta de su época, Pablo de Olavide y Jáuregui era
"el hombre que había poblado los desiertos de Sierra Morena", única obra
que ha recordado la posteridad casi hasta nuestros días.
Desde
su llegada a Sevilla, la Inquisición, como sabemos, tenía puesta la
mirada en él, y había seguido en secreto un lento proceso de información
sobre su conducta, que concluyó finalmente con su acusación,
encarcelamiento y condena.
Al día siguiente de su condena,
Olavide fue trasladado al monasterio de Sahagún (León) para cumplir su
penitencia, pero la rudeza del clima hizo que se le trasladase al
convento de capuchinos de Murcia en el verano de 1779, desde donde pasó,
en diversas etapas, a Almagro (Ciudad Real) y después a Caldas (Gerona)
para una cura de baños. Aprovechando la proximidad de la frontera, el
antiguo Asistente, achacoso por sus males de gota, huyó a Francia,
perseguido de lejos por los ya poco eficaces sabuesos del Santo Oficio.
Perpignan, Toulouse, Ginebra, París son etapas de esta vergonzosa huida,
que le hace más y más atrayente a los ojos de Europa.
Diecisiete
años duró el exilio en Francia. Olavide vivió muy de cerca los tristes
sucesos de la Revolución francesa, que tanto impresionó su sensible
espíritu.
Cuando Carlos IV le permite volver a España en 1798,
le restituye todas sus dignidades y le concede una renta anual de 90.000
reales. Se retirará a Andalucía y renunciará los cargos públicos
ofrecidos por Godoy y Urquijo, El pueblo jienense de Baeza fue testigo
de sus días postreros, acogido al amparo y cariño de su prima Teresa de
Arellano y Olavide, marquesa viuda de San Miguel, a la que designó
heredera universal de sus bienes.
Falleció el 25 de febrero de 1803,
siendo enterrado solemnemente en la iglesia de San Pablo, parroquial de
Baeza, donde reposan sus restos, aunque se desconoce la ubicación exacta
de su sepultura.
Parte Posterior Iglesia de San Pablo |
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