La plaza de la Leña estaba presidida por la torre de los Altares o Aliatares, la más fuerte de la ciudad; este edificio, bajo el gobierno de un alcalde nombrado por la ciudad, solía servir de alojamiento de soldados y del cuerpo de guardia urbana.
En 1567 tuvo que
intervenir el Concejo para evitar la enajenación de buena parte de sus
terrenos, por parte del vecino de Alcázar Diego Vaca de Sotomayor, a quien se
le había adjudicado como solar una parcela ubicada sobre la fuente del Cañuelo;
el Concejo le puso entonces una demanda, por entender que tenía ocupada la
plaza “con mal título y mala fe”, haciéndole saber “que no labre ni edifique
cosa alguna ni haga otros gastos en ella” hasta tanto se ventilase aquel
litigio.
A principios del siglo
XVII habían cesado ya los intentos de usurpación de terrenos en plazas
públicas, ante el inminente retroceso económico y demográfico.
Si se produjo la
sacralización contrarreformista de la plaza de la Leña, mediante la colocación
de una cruz sobre el Cañuelo en el año 1611, por parte de congregación de
Nuestra Señora de la Anunciata, que solicitó se llamase en adelante “Plaza de
la Cruz”. El Concejo aprobó la petición aunque se siguió conociéndose como
Plaza de la Leña o del Cañuelo.
La construcción de las
estructuras porticadas se produjo de forma paulativa, según las necesidades del
momento. Todavía a mediados del siglo XVII se proseguía la extensión de los
soportales por los lados menores de todo aquel ámbito urbano. Así en 1665 se
concedió licencia al tendero Manuel Soriano para hacer una arcada de portales
en la plaza de la leña, desde los Tundidores hasta la esquina de la calle San
Francisco, y en 1669, a los herederos del mayorazgo fundado por don Gonzalo
Dávila, en la zona baja del Mercado, conocida como “rincón de la ropería” para
montar los voladizos y corredores sobre pilares, como las casas colindantes.
La crisis económica,
demográfica y social que sufrió Baeza durante el siglo XVII, como sucedió en el
resto de las grandes ciudades del reino de Castilla, afectó duramente a los
sectores artesanales, sujetos a fuertes contribuciones e impuestos.
Consecuencia directa de este retroceso fue la rápida degradación de todo el
ámbito del Mercado, con la ruina de varias casas, que pasaron a convertirse en
simples solares.
A mediados de siglo se
intentó paliar esta situación facilitando materiales para su reparación.
Sin embargo, la
revitalización del Mercado no tendrá lugar sino durante el último tercio de la
centuria, con el apoyo de los valores celebrados de aquel espacio.
Hasta ese momento, el
Concejo municipal careció de acómodo fijo para contemplar los festejos, usando
un tablado móvil de madera junto a la calle de la Cárcel. Pues bien, a partir
de 1675 se planteó la necesidad de construir un Balcón Fijo a tal efecto, justo
cuando los munícipes empezaron a delegar su participación en los “caballeros de
plaza” y varilargueros.
En un principio no se
tenía claro cual debía ser su ubicación final, si en la plaza de los Leones o
en la Plaza del Mercado, así como su funcionalidad, como Balcón y Casa de
Comedias, pero debido a la situación ruinosa en la que se encontraban los
solares en la Plaza del Mercado, fue allí donde decidieron ubicarlo
definitivamente.
Hacia 1679, no
existiendo un lugar decente ni propio “de la grandeza de la Ciudad” donde
asistir en pleno a fiestas de toros, se proyectó construir el llamado BALCON
DEL CONCEJO, para mayor “ornato” de la plaza del Mercado y para alentar a la
reconstrucción de los solares que existían desde la calle La Cárcel hasta la
Calle del Espíritu Santo.
Tal proceso de
construcción fue arduo y lento, dadas las dificultades económicas de una ciudad
embargada y fue a partir de 1686 cuando se impulsó definitivamente su
construcción con el impulso del corregidor don Melchor Francisco de Bardales.
Aun así, las obras del Balcón del Concejo no se concluiría hasta los primeros
años del siglo siguiente.
Existió pues, una gran
preocupación por parte de los munícipes acerca del ornato y adorno de la Plaza,
por ser el principal exponente de la grandeza o decadencia de la ciudad, dado
que las fiestas de toros y cañas provocaban la afluencia de gentes de casi toda
la comarca.
No sólo se persiguió
la reedificación de todos sus solares, sino también se intentó dotarla de
cierta uniformidad, es por ello que en la actualidad “El Paseo” esté rodeado de
soportales.
A principios del siglo
XVIII las funciones celebrativas habían desplazado a las artesanales y de
intercambio en cuanto a su capacidad de conformación de la plaza. Esto se hizo
más ostensible en la parte central del Mercado, alrededor del Balcón del Concejo,
y desde ella hasta las zonas más bajas, donde se instalaba el coso taurino.
Sus inmuebles contaban
con hasta 3 pisos provistos de grandes ventanas apaisadas o corredores, capaces
de generar varios puestos para ver las corridas de toros. Sin embargo, las
casas ubicadas hacia la Alhóndiga y la plaza de la Leña eran de sólo 2 pisos,
con balcones salientes en lugar de ventanas y bien formados soportales.
Viviendas de Tres plantas sobre Portales Zapatería cerca del Balcón del Concejo |
Vivienda de dos plantas en Portales Tundidores, cerca del Mercantíl y de la Torre de los Aliatares |
(Fin de la Segunda Parte)
Fuentes:
Patrimonio Arquitectónico y Urbano en Baeza. Siglos XV al
XVIII. Autor José Policarpo Cruz Cabrera
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