martes, 27 de septiembre de 2016

PLAZA DEL MERCADO O DE LA LEÑA (2ª PARTE)



La plaza de la Leña estaba presidida por la torre de los Altares o Aliatares, la más fuerte de la ciudad; este edificio, bajo el gobierno de un alcalde nombrado por la ciudad, solía servir de alojamiento de soldados y del cuerpo de guardia urbana.

En 1567 tuvo que intervenir el Concejo para evitar la enajenación de buena parte de sus terrenos, por parte del vecino de Alcázar Diego Vaca de Sotomayor, a quien se le había adjudicado como solar una parcela ubicada sobre la fuente del Cañuelo; el Concejo le puso entonces una demanda, por entender que tenía ocupada la plaza “con mal título y mala fe”, haciéndole saber “que no labre ni edifique cosa alguna ni haga otros gastos en ella” hasta tanto se ventilase aquel litigio.

A principios del siglo XVII habían cesado ya los intentos de usurpación de terrenos en plazas públicas, ante el inminente retroceso económico y demográfico.





Si se produjo la sacralización contrarreformista de la plaza de la Leña, mediante la colocación de una cruz sobre el Cañuelo en el año 1611, por parte de congregación de Nuestra Señora de la Anunciata, que solicitó se llamase en adelante “Plaza de la Cruz”. El Concejo aprobó la petición aunque se siguió conociéndose como Plaza de la Leña o del Cañuelo.


Dicha Cruz se conserva hoy en día en el Cementerio Municipal de Baeza.









La construcción de las estructuras porticadas se produjo de forma paulativa, según las necesidades del momento. Todavía a mediados del siglo XVII se proseguía la extensión de los soportales por los lados menores de todo aquel ámbito urbano. Así en 1665 se concedió licencia al tendero Manuel Soriano para hacer una arcada de portales en la plaza de la leña, desde los Tundidores hasta la esquina de la calle San Francisco, y en 1669, a los herederos del mayorazgo fundado por don Gonzalo Dávila, en la zona baja del Mercado, conocida como “rincón de la ropería” para montar los voladizos y corredores sobre pilares, como las casas colindantes.

La crisis económica, demográfica y social que sufrió Baeza durante el siglo XVII, como sucedió en el resto de las grandes ciudades del reino de Castilla, afectó duramente a los sectores artesanales, sujetos a fuertes contribuciones e impuestos. Consecuencia directa de este retroceso fue la rápida degradación de todo el ámbito del Mercado, con la ruina de varias casas, que pasaron a convertirse en simples solares.

A mediados de siglo se intentó paliar esta situación facilitando materiales para su reparación.

Sin embargo, la revitalización del Mercado no tendrá lugar sino durante el último tercio de la centuria, con el apoyo de los valores celebrados de aquel espacio.

Hasta ese momento, el Concejo municipal careció de acómodo fijo para contemplar los festejos, usando un tablado móvil de madera junto a la calle de la Cárcel. Pues bien, a partir de 1675 se planteó la necesidad de construir un Balcón Fijo a tal efecto, justo cuando los munícipes empezaron a delegar su participación en los “caballeros de plaza” y varilargueros.

En un principio no se tenía claro cual debía ser su ubicación final, si en la plaza de los Leones o en la Plaza del Mercado, así como su funcionalidad, como Balcón y Casa de Comedias, pero debido a la situación ruinosa en la que se encontraban los solares en la Plaza del Mercado, fue allí donde decidieron ubicarlo definitivamente.

Hacia 1679, no existiendo un lugar decente ni propio “de la grandeza de la Ciudad” donde asistir en pleno a fiestas de toros, se proyectó construir el llamado BALCON DEL CONCEJO, para mayor “ornato” de la plaza del Mercado y para alentar a la reconstrucción de los solares que existían desde la calle La Cárcel hasta la Calle del Espíritu Santo.

Tal proceso de construcción fue arduo y lento, dadas las dificultades económicas de una ciudad embargada y fue a partir de 1686 cuando se impulsó definitivamente su construcción con el impulso del corregidor don Melchor Francisco de Bardales. Aun así, las obras del Balcón del Concejo no se concluiría hasta los primeros años del siglo siguiente.



Existió pues, una gran preocupación por parte de los munícipes acerca del ornato y adorno de la Plaza, por ser el principal exponente de la grandeza o decadencia de la ciudad, dado que las fiestas de toros y cañas provocaban la afluencia de gentes de casi toda la comarca.

No sólo se persiguió la reedificación de todos sus solares, sino también se intentó dotarla de cierta uniformidad, es por ello que en la actualidad “El Paseo” esté rodeado de soportales.

A principios del siglo XVIII las funciones celebrativas habían desplazado a las artesanales y de intercambio en cuanto a su capacidad de conformación de la plaza. Esto se hizo más ostensible en la parte central del Mercado, alrededor del Balcón del Concejo, y desde ella hasta las zonas más bajas, donde se instalaba el coso taurino.

Sus inmuebles contaban con hasta 3 pisos provistos de grandes ventanas apaisadas o corredores, capaces de generar varios puestos para ver las corridas de toros. Sin embargo, las casas ubicadas hacia la Alhóndiga y la plaza de la Leña eran de sólo 2 pisos, con balcones salientes en lugar de ventanas y bien formados soportales.


Viviendas de Tres plantas sobre Portales Zapatería cerca del Balcón del Concejo

Vivienda de dos plantas en Portales Tundidores, cerca del Mercantíl y de la Torre de los Aliatares



(Fin de la Segunda Parte)



Fuentes:


Patrimonio Arquitectónico y Urbano en Baeza. Siglos XV al XVIII. Autor José Policarpo Cruz Cabrera

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