sábado, 1 de octubre de 2016

EL EJIDO





El retórico Ximénez Patón ensalzaba el amplio campo baezano a principios del siglo XVII con estos términos:

un Ejido tiene maravilloso esta ciudad, muy ancho y largo; no hay cosa que pueda competir con él en España si no es el Campo de Valladolid, y este se le aventaja en que tiene en él los santuarios siguientes….. También Madoz se hace eco de su importancia al decir que es una plaza “de dieciocho a veinte fanegas de cabida, rodeada de casas y conventos, en cuyo centro se ve una alameda deliciosa: este sitio después de la trilla sirve para apacentar ganados”.

El Ejido de Baeza constituía un amplio campo alargado, flanqueado de casas y con varios conventos y ermitas en su seno.


Plano actual de la  ciudad de Baeza


Hasta su lado más occidental se prolongaban los arrabales extramuros, cuyo límite venía señalado casi a cordel por la paralela calle del Rojo, desde la que se asomaba al Ejido varias manzanas de casas cortadas por calles perpendiculares.

En el flanco oriental, existía otra barriada cuyas casas quedaban al abrigo de las fundaciones religiosas. Aquella zona era conocida como “Barrio de San Lázaro”, por la presencia del hospital homónimo, lazareto para la cura de leprosos, ubicado junto al colegio jesuítico de San Ignacio.




Delimitación del Ejido. 1) Carrera de Caballos hoy Parque Leocadio Marín 2)Casa Vela de Almazán y Fuente del Moro 3) Intersencción Ctra. Ibros con Calle San Andrés 4) Los Granadillos 5) Iglesia San Antonio, 6) Ubicación Fuente del Triunfo




En el Ejido se erigieron los conventos de San Antonio de Padua (de franciscanas clarisas-finales del siglo XV), la Santísima Trinidad (trinitarios descalzos) y la casa noviciado de San Ignacio (compañía de Jesús). Así mismo existían las ermitas de Santa Quiteria, la madre de Dios y la de San Lázaro, del mencionado hospital, las cuales fueron construidas después de la Reconquista.





Iglesia de San Marcos y Los Descalzos en la Zona del Ejido



La Ermita de la Madre de Dios estaba situada donde hoy está ubicada la de Cooperativa de aceites El Alcázar-




Todas aquellas ocuparon el flanco oriental del Ejido, salvo el convento de la Magdalena.

Una iglesia parroquial se situó en el centro de su extenso meridional, la Iglesia de San Marcos, creada a mediados del siglo XV para satisfacer las necesidades espirituales del empuje poblacional de aquella zona.

En el año 1467 se erigió la ermita de San Marcos, la cual estaba situada frente al molino aceitero que había junto a la cruz de piedra que allí existía, levantada en 1410, para conmemorar la predicación que en aquel lugar hizo San Vicente Ferrer.






El origen de la San Marcos fue "que asolada la comarca de Baeza por la plaga de la langosta, en la primavera de 1449, el corregidor Pero Cuello, ofreció al Santo la construcción del templo para que cesase la plaga, y cada año la ciudad le haría una procesión y el ofrecimiento de una misa. También sería sacrificado un toro y repartido a los pobres.

La ausencia de murallas en los nuevos arrabales fue compensada con las cercas de los propios inmuebles y con el cierre de los principales accesos de los caminos adyacentes mediante “postigos de madera”, para prevenir el contagio como la peste. De ahí, el nombre de “Puerta del Ejido” con que se conoce la zona en la que confluyen la calle de San Andres y la Carretera de Ibros.



Puerta del Ejido: Intersección Ctra. de Ibros y Calle San Andrés



Así mismo, la entrada del camino de Úbeda se cerraba mediante las “Puertas de San Lázaro” y de “Santa Quiteria”, por la proximidad de ambas ermitas.

No obstante, la presencia de amplios espacios abiertos en los arrabales como era el propio Ejido, mermaba la efectividad de las cercas contra los contagios.

Quizás la epidemia que mayor incidencia tuvo Baeza a lo largo de la edad moderna fue la de 1681. En aquella ocasión se previno un hospital provisional en la línea de casas de los Granadillos a lo alto de la Calle Capilla, por su separación con el núcleo urbano. Una vez superada la enfermedad, el concejo tuvo que hacer frente a la reparación de aquellos inmuebles, en régimen de arrendamiento forzoso, para evitar la despoblación de la zona afectada.

A pesar de la proliferación de ermitas y conventos en el Ejido, no perdió en ningún momento su funcionalidad práctica.

En su parte central, frente a la Fuente del Moro, se realizaban ejercicios ecuestres y la instrucción de caballos castizos. Aquel lugar se le conocía como el nombre de “Carrera de Caballos”. Estas carreras ya se realizaban a principios del siglo XVII.






La Carrera, provista de empedrados, muros de contención y antepechos, fue aderezada y limpiada de estiércol en varias ocasiones a lo largo de aquella centuria.


Entrada por la calle 


Entrada por Carretera de Ibros. (Palacio Vela de Almazán enfrente)

Entrada por Acera de la Trinidad


Hacia 1875 se renovó la vieja costumbre de hacer carreras en el Ejido, fecha en la que la familia Vela de Almazán construyó casa solariega para presenciarlas, remodelándose asimismo en 1882 la vecina Fuente del Moro.


Fuente del Moro y Palacio Vela de Almazán (Izquierda)


Otra cosa que me ha llamado la atención a la hora de realizar el siguiente artículo y tomar fotografías de la zona, ha sido encontrarme estos capiteles en el suelo.







En mi modesta opinión, pienso que deberían tomar nota los responsables del Ayuntamiento de Baeza para que estas piezas se rehubicasen en sus lugares de origen para no sufrir ningún acto bandálico.

Otras partes del Ejido, sobre todo las ubicadas en las inmediaciones del Seminario de San Ignacio, sirvieron como canteras de piedra en varias ocasiones. Nos consta que en 1658 se concedió licencia por parte del Concejo al maestro de albañilería José Descos, para abrir una cantera y aplicar los materiales al reparo de las casas del Mercado (Paseo).


Al fondo. Iglesia de San Ignacio





Sin embargo, fue mas frecuente la concesión gratuita de canteras por vía de limosna a las instituciones religiosas. Entre 1682 y 1696 el cabildo municipal cooperó así con los patronos de las tres ermitas del Ejido para proceder a su necesaria reedificación, dado que, en caso de perderse “quedaba desamparada y desordenada la vecindad del Ejido”, en cuya circunvalación se contaban entonces 19 calles, 9 templos y 1 parroquia.

Otra importante aportación al Ejido fue la construcción del monumento al Triunfo de la Inmaculada, entre los conventos de Santa María Magdalena y la Santísima Trinidad.



Ubicación de la Fuente del Triunfo y al fondo las iglesias


Esta obra data de 1663, año en que pidieron licencia para ello varios vecinos de la ciudad al entonces obispo de Jaén, don Fernando de Andrade y Castro.


Antigua ubicación de la Fuente del Triunfo


Tres años mas tarde, ya estaba dispuesta la columna en el Ejido “para colocar sobre ella con toda decencia y veneración una imagen de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, en el modo en que está colocada otra en la ciudad de Granada, en el campo que llaman del Triunfo”.








Poco después, las mejores familias de la ciudad hicieron donaciones de faroles y memorias de aceite para su iluminación, y se construyó alrededor una lonja con grada de piedra y puertas de hierro, todo ello para su mayor veneración y decencia.


Ubicación incial de la Fuente del Triunfo


Se trataba por tanto de uno de los primeros monumentos inmaculistas que proliferaron a lo largo de los siglos XVII y XVIII por toda Andalucía, a imitación del Triunfo Granadino erigido en 1621, ocupando las más importantes plazas públicas, paseos o alamedas.










A esta obra se le unió el Concejo Municipal, no sólo cediendo los terrenos donde se ubicó el Triunfo de la Inmaculada, sino también emprendiendo la construcción de una fuente monumental que lo embelleciese. Esto se llevó a cabo entre los años 1725 y 1727.

Ya en 1740 por falta de presión, aquella fuente dejó de correr, planteándose entonces su mudanza a la plaza de la Leña (1769) aunque finalmente no se llegó a realizar hasta el siglo XX.

En 1751 el entonces corregidor don José Delgado y Frías, dio cuenta al Concejo de haber mandado componer “para la hermosura y ornato público del Ejido de esta ciudad diferentes calles de álamos, y que para su crianza se ha compuesto la fuente Alta, con cuyo derrame se riegan, y que por haber memoria de que en otras ocasiones por no haberlos custodiado ni regado se han perdido”. Se plantaron 140 álamos blancos, negros y chopos, en el extremo del Ejido, junto a la iglesia de San Marcos.



Debió ser espectacular poder contemplar tantos alamos en el Ejido





La existencia de alamedas respondía a un triple objetivo: el embellecimiento de los ruedos urbanos, la mejora de la higiene y salubridad pública y el aprovechamiento económico de la madera por medio de talas periódicas.

A mediados del siglo XVIII, el Ejido servía tanto para la diversión y paseo de los vecinos como para “emparvar las mieses”.



Muchos de sus vecinos solicitaron hacer “heras de emparvar”. El Concejo las aprobaba a cambio de que a la muerte del solicitante las heras pasasen a propiedad del Pósito, mediante escrituras de censo.

La mayor parte de esas heras estaban situadas a los lados de los caminos que cruzaban el Ejido, desde el Convento de la Magdalena hasta los Granadillos, allanando el llamado “Cerrillo de la Carretera”.

Así con esta medida, no solo se obtenía el allanamiento del terreno, sino también un beneficio para las arcas municipales.

También desde mediados del siglo XVIII empezaron a ubicarse varios cuarteles de caballería en el Ejido. Se trataba de amplios inmuebles arrendados a vecinos particulares: así las casas de don Diego de Valenzuela, junto a la Calle del Valle, las del Marqués de la Rambla; las de doña Quiteria Serrano, y sobre todo, el llamado Cuartel de las Prelatas (por doña Flor Zalduendo y Pretel) o de la Cruz Blanca, junto a la puerta del Ejido.

Tal era la importancia que daba la ciudad de Baeza a la plantación de álamos, que en 1794 llevó a plantar 2.000 en toda la ciudad.

Así mismo, la Sociedad de Verdaderos Patricios de Baeza, ofreció gratificar con 150 reales a cada vecino que demostrase tener durante dos años “asidos y guiados diez álamos en el recinto del Ejido”.






Esta sociedad fundada en 1774 a imitación de las Vascongadas, se sumaba así a las tímidas medidas oficiales en el campo de la agricultura y la conservación de montes y arboledas.

Desgraciadamente, los álamos plantados se perdieron por la incuria y rapiña de las gentes de aquella época. Es por ello, que en 1816 el concejo impuso que cada vecino debía contribuir con 5 árboles para la repoblación de los paseos urbanos y caminos del extrarradio.

De aquellos álamos que existían en el Ejido, nos da cuenta Madoz en 1846, donde dice “existía en ella, una alameda deliciosa”.

De aquel sentido recreativo con el que fue objeto el Ejido en el pasado, tan sólo nos queda un pequeño reducto de reciente creación, el cual se le conoce como “Parque del Vivero” o “Parque de Leocadio Marín”.










Fuentes:

Patrimonio Arquitectónico y Urbano en Baeza Siglos XV al XVIII. Autor: José Policarpo Cruz Cabrera
Universidad de Granada
Humanismo Giennense

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