Atahualpa |
Hernando de Soto y sus
hombres se unieron a Pizarro en la isla de Santiago o de la Panúa en la lengua
indígena, lugar que se hallaba cerca del Guayaquil.
Previamente otro
contingente de españoles al mando de Sebastián de Benalcázar se había adherido
al mismo Pizarro en Puerto Viejo.
La expedición llegó a Tumbes, punto de
partida para iniciar la conquista del Perú, pues cerca de ahí se fundó el
asentamiento de San Miguel de Piura, próximo al río Chira.
Aquí se dejó a los
hombres más viejos y enfermizos, mientras el grueso de expedicionarios
continuaría su marcha hacia el corazón del imperio de los incas.
Durante el camino
supieron de la cercanía de Atuhualpa; entonces Pizarro decidió enviar una
embajada de jinetes al mando de Hernando de Soto para entrevistarse con el
inca, éstos fueron los primeros españoles que vio Atahualpa, hecho que fue
reseñado por los cronistas como Oviedo, quien recopiló en su obra los nombres
de todos los jinetes, entre los cuales se incluía Ginés de Carranza,
información que el cronista obtuvo de uno de los presentes, el conquistador
Diego de Molina, al que conoció en la ciudad de Santo Domingo de la isla
Española:
…..que envió el
gobernador Francisco Pizarro un capitán con quince de caballo, éste fue el
capitán Hernando de Soto, e los que le acompañaron fueron los siguientes: el
capitán Hernando de Soto, Ginés de Carranza, Luis Maza Alonso Pérez, Lope
Vélez, Miguel Astete natural de Santo Domingo de la Calzada, Gonzalo de
Castillo, Fuentes, Pedro Cataño, natural de Sevilla, Pedro de la Barrera, de
Madrid, Hernando de Baeza, hijo de Francisco Márquez, vecino de Madrid,
Morgovejo de Quiñones, Diego de Molina, vecino de Baeza, Joan Pizarro de
Orellana y Joan Pizarro, hermano del gobernador….. (Fernández de Oviedo, G.
Historia General y Natural de las Indias, vol.5, edición y estudio preliminar
de Juan Pérez de Tudela Bueso, Madrid)
El inca se mostró
reticente en un principio para encontrarse con Francisco Pizarro, pero
finalmente accedió al encuentro en Cajamarca.
Diego de Molina, en su
Relación insertada en la obra de Fernández de Oviedo , hace referencia a la
fuerza y poderío de los civiles incaicos y al hecho de que tenían sojuzgados a
los habitantes civiles que no portaban armas. Menciona, igualmente, que los
soldados peleaban con arcos, flechas, porras, varas, estólicas, hondas y
macanas que manejaban con ambas manos.
Mas adelante, el mismo
Molina añade que la gente de guerra caminaba por escuadrones, cada uno con su
arma, avanzando primero el grueso del ejército, y en medio de las tropas y
protegidos por una retaguardia avanzaban los cargadores.
Gonzalo Fernández de
Oviedo (Madrid, 1478 - Santo Domingo, 1557) hizo unas tempranas observaciones
lingüísticas acerca de las tierras recién descubiertas “en la mar del Sur”, a
fines del mismo año de 1533 en que es nombrado cronista de indias y acepta la alcaidía
de la fortaleza de Santo Domingo, o bien a inicios de 1534.
Se trata del
capítulo XVI del libro octavo de la tercera parte de su General y natural
historia de las Indias, que probablemente redactó, con cierta independencia
con respecto al conjunto de la obra, un tiempo después: "En que se
tracta cierta relación que el cronista hobo, en esta cibdad de Sancto Domingo,
de Oviedo se entrevista en diciembre de 1533, aunque se quedó "aún parte
del año siguiente, con Diego de Molina, natural de Baeza, que regresa a Sevilla
con "dos mill pesos de oro que le cupieron destos negocios, e muy hermosas
piezas de oro que yo vi e toda esta cibdad, porque eran las mayores que nunca
se habían visto en esta isla hasta entonces" después de haber participado en las jornadas
de Cajamarca "en presencia de algunos hombres de bien que tanto o más que
yo le preguntaban". Fernández de Oviedo recoge el testimonio del mancebo
"no como oración ordenada, sino como suelen responder los que de diversos
son interrogados". Después de detallar los tesoros que traía, Oviedo
recoge parte del relato de la captura de Atahualpa "que no han de llamarle
sino Atabaliba", preocupándose por los nombres verdaderos de los incas
"porque entonces, como traían más la memoria en recoger dineros que en
entender los nombres propios de cuyos eran, no acertaban el lenguaje, ni era
eso lo que iban a buscar estos soldados".
Oviedo muestra aquí,
como lo hace en múltiples ocasiones, su empeño por consignar los hechos con
veracidad y objetividad, aun cuando habla de unos hechos y unas regiones que
conoce sólo por oídas de manos de Diego de Molina.
Oviedo se presenta en su obra como un admirador
de la naturaleza, que describe con entusiasmo pero con objetividad, mostrándose
además muy perspicaz. Aunque recoge ahora noticias indirectas, no disminuye su
interés al referir las observaciones, algo confusas y desordenadas, de Diego de
Molina:
Hay muchos pavos e
tórtolas, e anadones o patos; e muchos ciervos, e ovejas de las grandes e otras
menores. Hay tigres; e muchos e buenos pescados, e aves de mar ….
Igualmente, como era de
esperar, emplea diversos términos de las islas de Barlovento: "hay mucha
yuca de la buena (...) e mucho maíz, e muchos ajés, e buenas fructas, así como
guayabas e otras" , "pelean asimesmo con varas y estóricas e hondas e
macanas de dos manos", "hay en aquella tierra muchos coris e muy
buenos" . Del náhualt: "hacen cada día su tiánguez o mercado". Y
del cuna de Panamá: "la chicha que hacen es de maíz"
Molina, en efecto,
refiere las cosas del Perú con términos castellanos: "muy hermosas camisetas,
e mantas muy finas", "aquellas mujeres castas" , la "mezquita
o ermita de Pachacamac", en lugar de los quechuismos uncu, poncho,
mamaconas, o huaca. Lo mismo cuando describe los pepinos (en quechua cachun):
"no como los de Castilla, pero que les quieren parescer en lo exterior e
así tamaños; pero es mejor fructa que nuestros pepinos" Tampoco emplea antillanismos ya conocidos:
"Tienen gobernadores e mucha justicia", dice Molina, y luego:
"duermen en camas de colchones pequeños" , en lugar de cacique (o el
quechua curaca), y barbacoa, otro antillanismo que encontramos en tantos otros
cronistas y en el propio Fernández de Oviedo en tantas ocasiones, también en
referencia a tierras peruanas, puesto que "los españoles que fueron a
conquistar el Perú, como dice Zárate, como en todas las palabras y cosas
generales y más comunes iban amostrados de los nombres en que las llamaban de
las islas de Santo Domingo y San Juan y Cuba y Tierra Firme, donde habían
vivido, y ellos no sabían los nombres en la lengua del Perú, nombrábanlos con
los vocables que de tales cosas traían aprendidos". Tampoco aparece
chaquira, y en su lugar habla de "zarzillos" o de "rodajas de
hueso" con que se adornan hombres y mujeres.
Fuentes:
Beatica, Estudios de
arte, geografía e Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de
Málaga 2013
Historia del
Tahuantinsuyu. Autor Maria Rostworowski
http://carlosarrizabalaga.blogspot.com.es/
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