lunes, 24 de octubre de 2016

DIEGO DE MOLINA. CRONISTA DE LA CONQUISTA DE PERU Y BAEZANO DE NACIMIENTO


Atahualpa



Hernando de Soto y sus hombres se unieron a Pizarro en la isla de Santiago o de la Panúa en la lengua indígena, lugar que se hallaba cerca del Guayaquil.





Previamente otro contingente de españoles al mando de Sebastián de Benalcázar se había adherido al mismo Pizarro en Puerto Viejo. 

La expedición llegó a Tumbes, punto de partida para iniciar la conquista del Perú, pues cerca de ahí se fundó el asentamiento de San Miguel de Piura, próximo al río Chira.

Aquí se dejó a los hombres más viejos y enfermizos, mientras el grueso de expedicionarios continuaría su marcha hacia el corazón del imperio de los incas.

Durante el camino supieron de la cercanía de Atuhualpa; entonces Pizarro decidió enviar una embajada de jinetes al mando de Hernando de Soto para entrevistarse con el inca, éstos fueron los primeros españoles que vio Atahualpa, hecho que fue reseñado por los cronistas como Oviedo, quien recopiló en su obra los nombres de todos los jinetes, entre los cuales se incluía Ginés de Carranza, información que el cronista obtuvo de uno de los presentes, el conquistador Diego de Molina, al que conoció en la ciudad de Santo Domingo de la isla Española:

…..que envió el gobernador Francisco Pizarro un capitán con quince de caballo, éste fue el capitán Hernando de Soto, e los que le acompañaron fueron los siguientes: el capitán Hernando de Soto, Ginés de Carranza, Luis Maza Alonso Pérez, Lope Vélez, Miguel Astete natural de Santo Domingo de la Calzada, Gonzalo de Castillo, Fuentes, Pedro Cataño, natural de Sevilla, Pedro de la Barrera, de Madrid, Hernando de Baeza, hijo de Francisco Márquez, vecino de Madrid, Morgovejo de Quiñones, Diego de Molina, vecino de Baeza, Joan Pizarro de Orellana y Joan Pizarro, hermano del gobernador….. (Fernández de Oviedo, G. Historia General y Natural de las Indias, vol.5, edición y estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso, Madrid)


El inca se mostró reticente en un principio para encontrarse con Francisco Pizarro, pero finalmente accedió al encuentro en Cajamarca.




Diego de Molina, en su Relación insertada en la obra de Fernández de Oviedo , hace referencia a la fuerza y poderío de los civiles incaicos y al hecho de que tenían sojuzgados a los habitantes civiles que no portaban armas. Menciona, igualmente, que los soldados peleaban con arcos, flechas, porras, varas, estólicas, hondas y macanas que manejaban con ambas manos.





Mas adelante, el mismo Molina añade que la gente de guerra caminaba por escuadrones, cada uno con su arma, avanzando primero el grueso del ejército, y en medio de las tropas y protegidos por una retaguardia avanzaban los cargadores.





Gonzalo Fernández de Oviedo (Madrid, 1478 - Santo Domingo, 1557) hizo unas tempranas observaciones lingüísticas acerca de las tierras recién descubiertas “en la mar del Sur”, a fines del mismo año de 1533 en que es nombrado cronista de indias y acepta la alcaidía de la fortaleza de Santo Domingo, o bien a inicios de 1534. 

Se trata del capítulo XVI del libro octavo de la tercera parte de su General y natural historia de las Indias, que probablemente redactó, con cierta independencia con respecto al conjunto de la obra, un tiempo después: "En que se tracta cierta relación que el cronista hobo, en esta cibdad de Sancto Domingo, de Oviedo se entrevista en diciembre de 1533, aunque se quedó "aún parte del año siguiente, con Diego de Molina, natural de Baeza, que regresa a Sevilla con "dos mill pesos de oro que le cupieron destos negocios, e muy hermosas piezas de oro que yo vi e toda esta cibdad, porque eran las mayores que nunca se habían visto en esta isla hasta entonces"  después de haber participado en las jornadas de Cajamarca "en presencia de algunos hombres de bien que tanto o más que yo le preguntaban". Fernández de Oviedo recoge el testimonio del mancebo "no como oración ordenada, sino como suelen responder los que de diversos son interrogados". Después de detallar los tesoros que traía, Oviedo recoge parte del relato de la captura de Atahualpa "que no han de llamarle sino Atabaliba", preocupándose por los nombres verdaderos de los incas "porque entonces, como traían más la memoria en recoger dineros que en entender los nombres propios de cuyos eran, no acertaban el lenguaje, ni era eso lo que iban a buscar estos soldados".




Oviedo muestra aquí, como lo hace en múltiples ocasiones, su empeño por consignar los hechos con veracidad y objetividad, aun cuando habla de unos hechos y unas regiones que conoce sólo por oídas de manos de Diego de Molina.

Oviedo se presenta en su obra como un admirador de la naturaleza, que describe con entusiasmo pero con objetividad, mostrándose además muy perspicaz. Aunque recoge ahora noticias indirectas, no disminuye su interés al referir las observaciones, algo confusas y desordenadas, de Diego de Molina:

Hay muchos pavos e tórtolas, e anadones o patos; e muchos ciervos, e ovejas de las grandes e otras menores. Hay tigres; e muchos e buenos pescados, e aves de mar ….




Igualmente, como era de esperar, emplea diversos términos de las islas de Barlovento: "hay mucha yuca de la buena (...) e mucho maíz, e muchos ajés, e buenas fructas, así como guayabas e otras" , "pelean asimesmo con varas y estóricas e hondas e macanas de dos manos", "hay en aquella tierra muchos coris e muy buenos" . Del náhualt: "hacen cada día su tiánguez o mercado". Y del cuna de Panamá: "la chicha que hacen es de maíz"

Molina, en efecto, refiere las cosas del Perú con términos castellanos: "muy hermosas camisetas, e mantas muy finas", "aquellas mujeres castas" , la "mezquita o ermita de Pachacamac", en lugar de los quechuismos uncu, poncho, mamaconas, o huaca. Lo mismo cuando describe los pepinos (en quechua cachun): "no como los de Castilla, pero que les quieren parescer en lo exterior e así tamaños; pero es mejor fructa que nuestros pepinos"  Tampoco emplea antillanismos ya conocidos: "Tienen gobernadores e mucha justicia", dice Molina, y luego: "duermen en camas de colchones pequeños" , en lugar de cacique (o el quechua curaca), y barbacoa, otro antillanismo que encontramos en tantos otros cronistas y en el propio Fernández de Oviedo en tantas ocasiones, también en referencia a tierras peruanas, puesto que "los españoles que fueron a conquistar el Perú, como dice Zárate, como en todas las palabras y cosas generales y más comunes iban amostrados de los nombres en que las llamaban de las islas de Santo Domingo y San Juan y Cuba y Tierra Firme, donde habían vivido, y ellos no sabían los nombres en la lengua del Perú, nombrábanlos con los vocables que de tales cosas traían aprendidos". Tampoco aparece chaquira, y en su lugar habla de "zarzillos" o de "rodajas de hueso" con que se adornan hombres y mujeres.








Fuentes:

Beatica, Estudios de arte, geografía e Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Málaga 2013

Historia del Tahuantinsuyu. Autor Maria Rostworowski
http://carlosarrizabalaga.blogspot.com.es/



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