viernes, 24 de febrero de 2017

BARTOLOME FERNANDEZ LECHUGA. "EL PROFESOR" DE LA ARQUITECTURA

Claustro del Monasterio de San Martín Pinario 




El Monasterio de San Martín Pinario es un monasterio benedictino fundado en el siglo X situado en la ciudad gallega de Santiago de Compostela, en la provincia de La Coruña, en España.



Actualmente es el Seminario Mayor de la archidiócesis compostelana, sede de la Escuela Universitaria de Trabajo Social, centro adscrito a la Universidad de Santiago de Compostela, así como la sede del Instituto Teológico Compostelano. En el también se encuentra el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela.


El monasterio cuenta con dos claustros. El más grande fue construido en 1636 por Bartolomé Fernández Lechuga (el autor del crucero de la iglesia), y continuado por José de Peña de Toro y Fernando de Casas y Novoa, quien lo terminó en 1743.




Fue considerado como el artífice indiscutible del desarrollo del clasicismo santiagués que, en opinión de Bonet, propició el afianzamiento de este lenguaje, retrasando con ello el advenimiento del barroco.

Interior de la Iglesia de San Martín Pinario




De todas las obras contratadas por este arquitecto, su gran proyecto y el que mejor conocemos fue la iglesia del monasterio de San Martín Pinario, que nunca llegó a ver terminada pero en la que trabajó desde 1590 hasta 1603.

En estos últimos años, esta obra fue objeto de una profunda revisión a raíz de la elaboración de un plan director, que ha reportado novedades significativas.

Fernández Lechuga sorprendió por su manera de trabajar, por la claridad con la que redactaba los contratos, por la colección de trazas que acompañaba a los textos y por la rapidez en la ejecución de las obras, que le aseguraron la confianza de sus clientes, por eso no es de extrañar que Domingo de Andrade en su Nobleza de la Arquitectura, cite a este arquitecto junto a nombres de la relevancia de Bernini, Fontana, Pedro de la Torre y Francisco de Herrera y que Llaguno Amirola se refería a él como “el profesor”.



Para Bonet Correa, la aportación de Lechuga fue valiosa y decisiva y con su influencia, el clasicismo ganó carta de continuidad.

También la Universidad contó con sus servicios, confiándole entre 1636 y 1637 el proyecto del nuevo Colegio de San Jerónimo que le Claustro preveía trasladar de la Azabachería a un nuevo emplazamiento en la actual plaza del Obradoiro, junto al Colegio de Fonseca, cumpliendo así la vieja aspiración de unir ambos colegios.


Fachada del Colegio de San Jerónimo

Como la falta de recursos era el principal inconveniente para que este sueño se hiciera realidad, el rector don Gabriel de la Calle encargó a Bartolomé Fernández Lechuga la realización de las trazas del nuevo colegio para presentarlas ante el Consejo Real y así conseguir el respaldo y el apoyo económico imprescindible para ello, pero éste no llegó. Aún así, las trazas de Lechuga no se desecharon y años mas tarde, en 1659, cuando la Universidad pudo asumir la construcción del nuevo edificio, estableció como condición que José de la Peña utilizara el proyecto anterior.  Dichas trazas del arquitecto baezano se conservan en el Archivo Histórico Universitario de Santiago.

Fuera de Compostela, intervino en algunos proyectos, el más relevante fue el de la iglesia-panteón del Convento de las Agustinas Recoletas de Villagarcía de Arosa (Pontevedra) que el arzobispo don Fernando de Andrade confió al arquitecto para que construyera en las inmediaciones del pazo que su familia poseía en la villa.

Convento de las Agustinas Recoletas de Villagarcía de Arosa




También en Villagarcía es posible atribuirle la reforma de la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Arealonga, que el propio prelado financió.





También trazó en principios de 1639, la planta y alzado de la colegiata de Santa María Magdalena de la villa de Cangas de Tineo en el principado de Asturias, por encargo de su fundador, D. Fernando de Valdés y Llano, que era a la sazón arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla



A finales de verano de 1637, cuando Fernández Lechuga estaba inmerso en una frenética actividad, llegó a Santiago la noticia de que Francisco de Potes, el maestro de obras de la Alhambra había muerto.

Esta noticia sin duda despertó su deseo de regresar a tierras andaluzas con intención de ocupar su puesto y así sucedió,  pues fué nombrado Maestro de Obras de la Alhambra de Grandada por real cédula de 31 de diciembre de 1637.


Durante los últimos años de su vida, toda su actividad parece haber estado ligada a la fábrica de los Palacios de la Alhambra, con una única salvedad, del proyecto que elaboró por encargo del entonces arzobispo de Granada, don Fernando Valdés y Llanos, para construir una iglesia en la Villa de Cangas de Narcea (Asturias), que sirviera de panteón para él y toda su familia.

Había hecho antes el plan y alzado de un tercer piso, torres y escalera para el palacio de Carlos V, que está en la misma Alhambra.


El 13 de diciembre de 1644, Bartolomé Fernández fallece en su casa de la Alhambra, rodeado de su familia.

Contaba con sólo 50 años de edad, pero su huella había quedado impresa en el mundo de la arquitectura, como años más tarde reconoció Domingo de Andrade en la introducción de su tratado “Excelencias, antigüedad y nobleza de la arquitectura” (1895).



Fuentes:

Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su restauración. Autor: D. Juan Agustín Cean-Bermúdez. Año 1829


El tapiz humanista: actas del I Curso de Primavera IV Centenario del Quijote ...
editado por Ana Goy Diz,Cristina Patiño Eirín

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