Desgraciadamente, la
información que tenemos sobre Bayyāsa (nombre árabe de Baeza) es demasiado
escasa, fragmentaria y poco adecuada como para conocer en profundidad las
claves de una época tan extensa e importante. La mayoría de las referencias que
incluso hoy día se hacen sobre ese largo periodo histórico son exclusivamente
en torno a hechos políticos o de armas y, en muchos casos, se inscriben más en
el terreno de la reinterpretación de fábulas y leyendas y en la repetición de
tópicos pseudohistóricos que en el análisis y la elaboración contrastadas de la
documentación y la arqueología.
Sabemos que entre los siglos IX-X, con la
propagación de la rebelión muladí (los convertidos al islam) dirigida por el
famoso ‘Umar ibn Hafsun, estas tierras fueron lugar de actuación de varios de
estos rebeldes opuestos al proceso de consolidación del poder omeya,
centralización del Estado y arabización de al-Andalus. También existen algunas
referencias de las épocas de dominio de las dinastías norteafricanas; pero será
entre los siglos XII y XIII cuando el nombre de Baeza aparecerá con mayor
profusión ya que el proceso de conquista de al-Andalus por parte de la corona
castellana tiene en esta ciudad una de las puertas fundamentales para acceder
al valle del Guadalquivir desde los pasos naturales de Despeñaperros.
Algo se ha podido vislumbrar de lo que tuvo
que ser la vida de una de las más importantes ciudades andalusíes del alto
Guadalquivir. Sabemos que Bayyāsa fue cabecera de un iqlīm (distrito o comarca)
de término bastante rico, diverso y extenso en el que, además de los típicos
productos mediterráneos, sobresalían las huertas de su ruedo, las actividades
agrícolas e industriales relacionadas con la seda, o el cultivo de su famoso
azafrán que se exportaba al Zagreb y a Oriente en grandes cantidades y
ponderado por autores como Yaqūt para quien «es el mejor y el más apreciado y
conocido de los países del occidente musulmán». Su zoco reunía gran número de
artesanos y comerciantes de todo tipo, como recuerda la torre de los Aliatares
que nos habla de la presencia de un mercado de drogueros y perfumistas (sūq
al-‛attārīn). Sabemos que, junto a la ciudad, existían un buen número de
huertas regadas por las aguas de la Azacaya (al-siqāya: reguero, cauce, canal)
junto a la que se levantaba, según Ibn al-Abbār, la arboleda de al-Baqī, donde
parece que estuvo su cementerio (maqbara).
La mayoría de la
población baezana estaba formada por personas de origen autóctono que
progresivamente y casi en su totalidad se convirtieron al islam (los muladíes),
por una minoría cristiana (mozárabes) que mantuvo sus creencias y que
seguramente constituyó la población rural del distrito baezano, por individuos
pertenecientes a algunos linajes árabes adnaníes y yemeníes que se
establecieron en Bayyāsa y, en menor número, por grupos de origen bereber. De la presencia de población
judía en Bayyāsa no existen noticias, aunque la importancia de esta comunidad
en época visigótica y las referencias a la judería baezana tras la conquista
castellana nos pueden hacer pensar que se mantuvo en la etapa andalusí.
Entre esa población y a lo largo de periodo
histórico tan extenso tuvieron que sobresalir numerosos baezanos conocidos por
el desempeño de distintas actividades, aunque hasta nosotros no han llegado más
que unas escasísimas referencias.
El dinamismo cultural
que empieza a extenderse a partir de la etapa de las taifas en el siglo XI,
dejó su huella en la presencia de intelectuales, tanto baezanos como
provenientes de otras zonas de al-Andalus, que desarrollaron sus actividades en
la localidad, haciendo de ella una verdadera ciudad en el aspecto cultural. Hay
que resaltar que esa actividad intelectual estaba, en la época, casi reservada
al ámbito de la enseñanza desplegada en las mezquitas y solía reunir en la
misma persona conocimientos sobre distintas materias como las ciencias
jurídicas, la historia, las matemáticas, la medicina y la poesía. También era
común que estos intelectuales viajaran por al-Andalus y por diversos países del
mundo islámico para enseñar y para recibir enseñanzas de otros conocidos
maestros. Así, en Baeza residió durante un tiempo el famoso al-Šaqundī.
De entre ellos, el más
sobresaliente quizá fue Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf. Este baezano, conocido por su
patronímico al-bayyāsī (el baezano) aunque también recibió el sobrenombre de
Ŷamāl al-Dīn (belleza de la religión), dedicó su vida a la literatura, la
filosofía y la historia, alcanzando un notable prestigio tanto en al-Andalus como
en el norte de África. Su biografía y las características de sus trabajos nos
son conocidas fundamentalmente a través de Ibn Jalliqān.
Nació en Bayyāsa en
septiembre de 1177 y murió en Túnez a principios de diciembre de 1255. Tuvo
como maestro al cordobés Abū Bakr ‘Atīq al-Gāfiqī, coincidió varias veces con
Ibn Sa‘īd al-Magribī y tuvo como discípulo suyo a Abū ‘Abd Allāh Muhammad al-Ansārī que
llegaría a alcanzar el puesto de secretario del califa al-Ma’mūn, del dirigente
andalusí Ibn Hūd y del creador de la dinastía nazarí Ibn Nasr b. al-Ahmar. Gran
parte de la vida de Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf
transcurrió en Bayyāsa dedicado
al estudio, a su formación intelectual y a impartir enseñanzas. Como era normal
entre los intelectuales del mundo árabe en esa época realizó distintos viajes
para completar sus conocimientos, hasta que la presencia del enemigo castellano
a las puertas de Sierra Morena le obligó a abandonar definitivamente estas
tierras. Primero fijó su residencia en
Sevilla, donde continuó dedicado al estudio y a la enseñanza durante los
primeros años de la década de los 30 del siglo XIII; posteriormente se
establecerá en Algeciras, donde vivirá un periodo tranquilo vitalmente y
enriquecedor intelectualmente.
En el año 1241 ya se encuentra en la, para
tantos andalusíes, acogedora Túnez, en su caso bajo la protección del emir Abū
Zakariyyā‘ Yahyà, que conocía y admiraba los valores intelectuales del baezano.
Allí desarrolló una amplia actividad intelectual que le permitió componer sus
obras más conocidas y demostrar su erudición en lo relativo a la historia y la
poesía árabes.
Entre sus obras más sobresalientes destacan
dos trabajos de carácter histórico: el titulado Noticias de las guerras
ocurridas en los primeros tiempos del Islam y el llamado Recordatorio al
inteligente y advertencia al negligente; además de la antología de poemas sobre
el valor en el combate denominada al-Hamāsa (el fervor).
Su vida estuvo, en
gran parte, influenciada por la desesperanza producida por la triste percepción
del declive de al-Andalus y por el doloroso exilio de su querida tierra,
paulatinamente arrebatada por los castellanos, y a la que no regresó jamás. Es
un ejemplo de las difíciles circunstancias que tuvieron que sufrir millares de
andalusíes, abocados al abandono de la tierra de sus antepasados, la que les
vio nacer, la de sus antepasados, a la pérdida de sus casas, sus bienes y
trabajos, y, sobre todo, al profundo desarraigo que no podían llkenar en otros
lugares de al-Andalus o en el norte de África. Y aunque Ifrīqiyya sirvió como
lugar de acogida de muchos andalusíes,
la tristeza, la añoranza y la amargura acompañaron a muchos hasta el
final de sus vidas.
Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf, el baezano, murió en
Túnez el 4 de du l-q’ada de 635 (5 de diciembre de 1255).
Fuentes:
http://thechurchofhorrors.com/numero-15/2015/5/historia/un-baezano-en-la-corte-del-rey-de-tunez/
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