Luis Pacheco de Narváez
(Baeza, 1570- †Madrid, 1640) fue un noble y militar español, así como figura
primordial de la escuela de esgrima española denominada Verdadera Destreza.
Nacido en Baeza, cursó la
carrera de las armas, llegando a ser sargento mayor en las islas Canarias, más
concretamente en Fuerteventura y Lanzarote.
En 1624, se convierte en
maestro mayor de esgrima de Felipe IV. Tal cargo llevaba aparejada la potestad
de ser el examinador de los postulantes a ser maestros en el arte de manejar la
espada, así como Maestro Mayor del Reino. 1624, fue nombrado por el rey, Maestro mayor de Armas del reino de España
Inspirado por Carranza,
escribe hasta once tratados sobre esgrima, siendo el más conocido y popular el
“Libro de las grandezas de la espada en que se declaran muchos secretos del que
compuso el comendador Jerónimo de Carranza” (año 1600).
En la misma temática
tiene “Las Cien conclusiones o formas de saber de la verdadera detreza” (1608),
“Al duque de Cea” (1618), “Modo fácil y nuevo para examinarse los maestros en
la destreza de las armas” (1625), “Engaño y desengaño de los errores que se han
querido introducir en la destreza de las armas” (1635), “Advertencias para la
enseñanza de la filosofía y destreza de las armas así a pie como a caballo”
(1639), aparece como obra póstuma “Nueva Ciencia y Filosofía de la destreza de
las armas” (1672).
Estaba considerado como una de
las mejores espadas de Europa, y su nombre era sinónimo de buen esgrimidor.
El trabajo realizado por Luis
Pacheco de Narváez presenta todo un sistema conceptual y metodológico,
denominado Verdadera Destreza, recogido de forma fehaciente y perfectamente
explicado en los textos de la época, pero además se constituye en un auténtico
camino para el desarrollo personal del esgrimidor.
El corpus terminológico y
conceptual asociado a las acciones prácticas que constituyen la teoría de la esgrima,
su sistema teórico mediante el que se explican todas las acciones y toda la
realidad presente en un combate con espadas es lo que denominamos Ciencia.
La acepción Ciencia no tiene
aquí el sentido por el que hoy en día es más conocida, sino el sentido que se
le atribuía en la época que estudiamos: el de un cuerpo de conocimientos
ordenados y dotados de una coherencia interna, en este caso aquellos que se
utilizan para explicar lo que ocurre en la frase de armas.
Quevedo es seguramente el autor más popular del siglo de Oro, por
delante incluso de Cervantes y Lope de Vega; y esto se debe en buena a
medida a que el imaginario popular siempre disfrutó imaginándolo
espadachín y fanfarrón, a la vez hábil con la palabra y con la espada.
Dicha imagen se construyó solo y exclusivamente sobre las anécdotas que
el abad Juan Pablo de Tarsia, recogió en su panegírico sobre el poeta
castellano, y a partir de ahí los apasionados de Quevedo la
difundieron no sin cierta falta de perspectiva. La más relevante de
ellas es la que se refiere a su disputa con el maestro de armas D. Luis
Pacheco de Narváez en la que, según Tarsia, este fue vencido con la
espada por el poeta. Sobre esta falsa afirmación la tradición ha
construido la idea de que Quevedo era hábil con la espada, atribuyéndole
al maestro de armas todo tipo de características negativas, que se
contraponen con el simpático calavera, que es Quevedo. Pero la verdad,
es otra.
Sin embargo la falsa anécdota con Quevedo ha creado una imagen del
maestro de armas extremadamente negativa que no se corresponde en
absoluto con lo que este fue a tenor de lo que podemos leer, y ha
servido de excusa para que autores extranjeros y nacionales vilipendien
no solo al personaje sino al método que desarrolló. Y así resulta que el
método teórico para el estudio y análisis del combate con armas blancas
más perfecto jamás creado, acaba siendo menospreciado y etiquetado como
“demasiado complicado” o “absurdamente matemático” y la anécdota –
junto con la den Buscón - traída como argumento para apoyar dicha
afirmación.
En 1636 el pachequista portugués Francisco de Abreu y el carrancista
sevillano licenciado Miguel Sanchez del Hierro tras encontrarse en
Sevilla, mantuvieron una interesante correspondencia sobre la afición
que les unía; y el portugués acaba escribiendo una
larguísima carta en defensa del método de Pacheco ante la renuencia del
sevillano a reconocer que el inventor de la Verdadera Destreza es
Pacheco de Narváez y no Carranza.
Como es sabido es esa época de guerra civil en el seno de Verdadera
Destreza entre los partidarios de la teoría de Carranza, capitaneada por
el ecijano Mendez de Carmona, y la pachequista, que el baezano como
maestro mayor había impuesto en todo el reino. Los encendidos debates
condujeron, a veces, incluso a duelos entre los partidarios de uno y
otro bando, o como en este caso a una larga correspondencia por escrito.
Es decir aunque no comparte con Abreu la opinión de que Pacheco es el
inventor de la Destreza, no puede negar el hecho cierto y conocido de
que Pacheco de Narváez nunca fue vencido.
Fuentes: Asociación Española de Esgrima Antigua
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