Cristóbal de Molina, apodado
«el cuzqueño» (Baeza, Corona de Castilla, 1529 - Cuzco, Virreinato del Perú,
1585) fue un clérigo y cronista español. Durante mucho tiempo se creyó que era
mestizo, pero en realidad fue un español natural de Andalucía, aunque por
haber residido durante muchos años en el Cuzco se compenetró tanto con la
cultura andina, que bien puede ser considerado como un mestizo cultural. Fue
autor de Relación de las fábulas y ritos de los Incas.
Aparte del año y lugar de
nacimiento, no se conoce nada de su infancia y juventud. Posiblemente arribó en
América en la segunda mitad del siglo xvi. En 1556 se estableció en Cuzco, por
lo que fue apodado como «El cuzqueño», para distinguirlo de otro cronista
homónimo, llamado «El chileno» o «El almagrista».
Gracias a los años de
convivencia con los nativos, aprendió el idioma quechua, hasta el punto de
manejarlo con gran destreza. Se desempeñó como doctrinero de los indios y desde
el atrio de la Catedral del Cuzco predicó en el idioma nativo los sermones
dominicales.
En 1565 fue nombrado cura de
la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios del Hospital de Naturales del
Cuzco ( hoy denominada Iglesia de San Pablo).
Se ganó la confianza de los indios y recogió antiguas tradiciones del
Imperio incaico.
Se le recuerda también por
haber reconfortado al inca Túpac Amaru I durante su ejecución en la Plaza de
Armas del Cuzco en 1572. Fue también visitador eclesiástico de la provincia por
encargo del virrey Francisco de Toledo, cuando éste hizo su recorrido por el
territorio, en 1568 y en 1575. Y acompañó al obispo del Cuzco, Sebastián de
Lartaun, al III Concilio Limense desarrollado en la capital virreinal en 1583.
Por encargo de dicho obispo escribió Relación de las fábulas y ritos de los
Incas.
Su obra principal, la única
conservada, es Relación de las fábulas y ritos de los Incas, escrita
posiblemente entre 1575 y 1576, y dedicada al obispo Sebastián de Lartaun. Fue
publicada por sir Clements R. Markham en 1873, traducida al idioma inglés. La
versión original en español apareció impresa por primera vez en 1913, en el
tomo V de la Revista Chilena de Historia y Geografía, editada por el erudito
Tomás Thayer Ojeda, aunque atribuida erróneamente a Cristóbal de Molina «el
almagrista».
Esta obra, como su título lo
indica, se divide en dos grandes bloques:
Las fábulas o leyendas incas,
como la de la creación del hombre por Viracocha, el diluvio y el origen de los
incas.
Los rituales de la antigua
religión inca, que es la parte más extensa y nutrida de información. Contiene
datos sobre las festividades periódicas de la religión nativa y recoge
oraciones, cantos agrícolas, etc. También incluyen un recuento de los métodos mágicos
que los incas usaban en sus curaciones. Por esta obra, el crítico Raúl Porras
Barrenechea calificó a Molina como el gran canonista de la liturgia india.
También se atribuye a Molina
la autoría de Historia de los incas y Relación de guacas y adoratorios del
Cuzco, ambas perdidas.
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