Según este estudio, todo hace pensar que pudo ser así.
El municipio de Baeza
se localiza en el centro geográfico de la provincia de Jaén y constituye la
cabeza de la llamada “Loma occidental”, subdivisión territorial de la comarca
de La Loma donde se asienta.
La presencia humana en
la ciudad se remonta al menos hasta el III milenio a.C. (PÉREZ BAREAS 2010:
139) y presenta una ocupación continuada hasta la actualidad.
En la Edad Antigua, la
población íbera de Baeza consistió en un asentamiento de tamaño pequeño-medio, estratégicamente
muy bien situado y habitado por la tribu de los oretanos (Estrabón, III, 3, 2).
En sucesivas excavaciones arqueológicas efectuadas en el Cerro del Alcázar la
presencia de cerámica ibérica ha sido una constante, por desgracia aún no se
han documentado estructuras de este periodo (salvo un tramo de muralla
meridional), quizá debido al arrasamiento de las estructuras precedentes que
trajo consigo la refundación flavia de la ciudad (ZAFRA y PÉREZ 1990: 303).
Esto no ha impedido que se estudie el asentamiento basándose en las
características formales del Cerro del Alcázar, el lugar donde supuestamente se
erigió la ciudad oretana. Desde la Universidad de Jaén se defiende la tesis de
que el oppidum ibérico de Baeza se levantaría en una meseta de unas cuatro
hectáreas de extensión (RUIZ y CRUZ 1985) y rivalizaría en importancia con el
cercano oppidum de Gil de Olid, de unas siete hectáreas (situado junto al
Guadalquivir).
El oppidum de Baeza
hubo de gozar de una posición de dominio, aunque difícilmente podríamos
calcular su territorio más allá de los cinco kilómetros de radio que Arturo
Ruíz (RUIZ RODRÍGUEZ 1988: 169) establece para los poblados íberos de la
Comarca de la Loma.
Las fronteras entre oppida se fijaban con límites
naturales (accidentes geográficos, cursos fluviales) o por medio de “pequeños
castillos cuadrangulares” llamados “recintos” (ESLAVA GALÁN 2011: 12-13). Es
interesante observar cómo trazando un círculo de cinco kilómetros de radio
desde el Cerro del Alcázar de Baeza, la línea de frontera viene a coincidir a
la perfección con dos turres o recintos de época íbera documentados en el
entorno: el recinto de Ibros (orientado hacia Castulo) y el recinto del Cortijo
del Ahorcado (frente al oppidum de Gil de Olid).
Muralla ciclopea de Ibros |
Los restos de esta muralla
podrían datarse del siglo IV a.C. y formarían parte de un recinto cuadrangular
que rodearía el perímetro de un antiguo poblado íbero. De este modo serían una
de las fortificaciones más antiguas de Jaén y de toda la península ibérica.
Cuando la República de
Roma conquistó el territorio y creó la primera división provincial en el 197
a.C., el oppidum de Baeza quedó adscrito a la Provincia Ulterior, dirigida por
el Pretor Marco Helvio (Liv. 32.28).
En esta época Baeza se
convirtió por medio de una deditio en una población estipendiaria conocidacomo
Viatia (Plinio III-25).
La ciudad debió ser promocionada por los romanos como
sustituta del antiguo núcleo íbero de Gil de Olid, dentro de una política de
creación de nuevos centros de poder (BRAVO CASTAÑEDA 2007: 132).
La tributación
impuesta por Roma contribuyó al crecimiento poblacional de Baeza, pues para
poder hacer frente al pago de impuestos, la población íbera de los alrededores
tendió a concentrarse en ciudades promocionadas como Viatia (RUIZ y CRUZ 1985:
50; BRAVO CASTAÑEDA 2007: 132).
Los uiatienses (con rango de peregrini
dediticii) carecían de la propiedad del suelo, que pertenecía a Roma de forma
directa, y estaban obligados a contribuir anualmente con personal (como tropas
auxiliares del ejército), tierras y víveres para la República (MONZÓN ACOSTA
2011).
Fuentes:
https://www.ugr.es/~arqueologyterritorio/PDF13/3-Galan.pdf
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