Los moriscos (palabra
que deriva de moro) fueron los musulmanes del al-Andalus bautizados tras la
conversión forzosa de los Reyes Católicos, aunque también es verdad, que algunos
decidieron hacerlo por voluntad propia.
No todos los que se
quedaron llevaron bien esa conversión forzosa y aquí narramos unos hechos que
sucedieron en Albuñuelas y Salares.
Concretamente nos
centraremos sobre una revuelta que sucedió en 1563 cuando las poblaciones de
Albuñuelas y Salares se sublevaron, haciéndose necesaria la intervención de las
ciudades de Úbeda y Baeza para sofocarlas.
En aquel año de 1563,
las revueltas se sucedían una tras otra y el Marqués de Mondéjar viéndose
impotente para reprimirlas solicitó ayuda a las ciudades de Loja, Alhama,
Alcalá la Real, Jaén y Antequera.
Creyéndose
suficientemente apoyado salió de Granada para apaciguar las tierras de Granada
con 2000 infantes y 400 caballos. Eran gente muy lúcida y bien armada, pero
nueva y poco disciplinada.
Llegaron aquella noche
a la ciudad de Padúl, y estándo allí alojados se hicieron con dos espías a los
cuales torturaron hasta sacarles información. Uno de ellos nunca confesó nada y
murió tras ser torturado, pero el otro, si lo hizo y puso en alerta a los
Cristianos sobre un ataque que se iba a producir aquella misma noche sobre
ellos.
Aquel espía les dijo:
“Que los de las
Albuñuelas habían hecho reseña, quando se quisieron alzar, y que se habían
hallado doscientos tiradores escopeteros y ballesteros entre ellos, y
trescientos con armas enhastadas y espadas; que los moriscos forasteros y
monfis, habían quemado la iglesia, y que después se habían arrepentido los
vecinos, viendo que los de Albaycin y de la vega estaban quedos, y que queriéndose
tornar a sus casas por consejo del alguacil, se lo habían estorvado otros de
los alzados, diciéndoles, que no era ya tiempo de dar escusas, ni de pedir perdón,
porque los Chistianos no les creían, ni se fiarían mas de ellos, viendo la
señal que habían dado, y que el alcayde Xaba había juntado de los lugares de
Òrgiba, y del Valle, y de Motril y Salobreña mucha cantidad de Moros, y entre ellos,
más de seiscientos tiradores, para ir a dar sobre el lugar de Durcal; y que sin
falta daría la siguiente noche sobre él.”
El Capitán Lorenzo de
Ávila puso en alerta al Marqués de Mondejar llevando consigo al espía consigo,
mandando reforzar las postas y centinelas ante el inminente ataque que se
preveía.
La Batalla tal y como
se anunció se produjo junto al río Durcal y 3.000 moros se les abalanzaron.
Muertes se produjeron en uno y otro bando, pero la victoria finalmente fue para
las tropas del Marqués de Mondéjar y de los cristianos.
Las Albuñuelas y
Salares eran dos lugares muy cercanos el uno del otro situados en el valle de
Lecrin, y hacía allí se dirigió con posterioridad el Marqués de Mondéjar para
acabar con los sublevados de aquella ciudad.
Se nos relata que se
alzaron aquellos lugares en señal de libertad, sacando sus vecinos de Albuñuelas una bandera antigua, que tenían
guardada como reliquia de tiempo de Moros, y arbolándola contra otras siete
banderas que tenían hechas secretamente, lo primero que hicieron fue destruir y
robar la Iglesia y todas las cosas sagradas. Luego robaron las casas de
cristianos, y éstos se refugiaron en la sierra con sus mujeres y ganado por no
sentirse seguro ya en aquel lugar.
El alguacil Santa
Maria quiso persuadirlos diciéndoles “Que malos les habían hecho que se alzasen
por fuerza y contra su voluntad; y que de esta manera podrían aguardar hasta
ver en que paraban sus cosas, y tomar después el partido que mejor les
estuviese”, pero aquellas palabras no sirvieron para refrenar aquella revuelta.
Estando el Marqués de
Mondéjar en el alojamiento de Durcal, llegó Don Rodrigo de Viviero, corregidor
de Ubeda y Baeza, con la gente de aquellas dos ciudades.
Iban de Ubeda tres
compañías de 300 infantes y dos estandartes y 65 caballos. De Baeza eran 980
infantes, 4 estandartes y 30 caballos. Representaban la pompa y nobleza de sus
ciudades.
Los capitanes eran
todos caballeros, veintiquatros y regidores.
De la infantería de
Baeza eran capitanes Pedro Mexía de Benavides, Juan Ochoa de Navarrete, Antonio
Flores de Benavides, y Baltasar de Aranda, que llevaba la compañía de los
ballesteros que llamaban de Santiago.
De los caballos eran
capitanes Juan de Carvajal, Rodrigo de Mendoza, Juan Galeote y Martín Noguera,
y por cabo Diego Vazquez de Acuña, alférez mayor, con el pendon de la ciudad.
De toda esta gente,
que hemos dicho, volvieron a Granada las 4 compañías de caballos de baeza, y la
de Francisco de Molina de Ubeda, porque el conde de Tendilla, que hacia oficio
de Capitan general en el lugar del marques su padre, las pidió para guarda de
la ciudad, mientras llegaba otra gente.
Viendo los moriscos de
albuñuelas el número de cristianos que iban engrosando a filas provenientes de
Úbeda y Baeza, tomaron la decisión de intentar aplacar al Marqués de Mondéjar
con humildad, pues eran muy conscientes de lo que se les avecinaba.
Enviaron como
embajador a Bartolomé de Santa María que era el alguacil de aquella población y
al que habían desoído cuando se produjo la revuelta pues eran conocedores que
le unía una gran amistad con el Marqués de Mondéjar y a él si le escucharía,
evitando así, el derramamiento de sangre que se les avecinaba.
Suplicaron así se les
perdonase su revuelta, alegando estar arrepentidos y haber sido forzados por
los monfis y moros forasteros.
El Marques aceptó su
propuesta diciéndoles “ Que se quietasen, y volviendo á sus casas, procurasen
conservarse en lealtad, no receptando los malos entre ellos; y que le avisasen
de todo lo que les ocurriese, porque haciendo lo que debían como buenos
vasallos de su Magestad, los favorecería, y no consintiria que se les hiciese
agravio”.
Fuentes:
Historia del rebelión
y castigo de los moriscos del reino de Granada. Tomo I. Página 396
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