sábado, 21 de julio de 2018

VASALLAJE DE LOS SEÑORES DE VALENCIA Y BAEZA.

VASALLAJE DE LOS SEÑORES DE VALENCIA Y BAEZA.
Abu Zayd y Aven Mahomet eran señores de Valencia y Baeza, respectivamente, los cuales habían jurado fidelidad a Fernando III. La fidelidad del primero duró poco, pues rompió su vasallaje (como señala con amargura Juan). La del segundo fue duradera : rex Biacie […] inseparabiliter adhesit, dice el texto. Con esta mismas palabras el canciller había definido la relación de Pedro II de Aragón con Alfonso VIII de Castilla en el fragmento que comentaba arriba : rex Petrus […] eidem inseparabiliter adhesit. La coincidencia merece sin duda comentario : para Juan, la calidad del vassallaje no difería, fuera éste el de un señor musulmán o el del heredero de un reino cristiano. Contaba el que su soberano, Fernando III, recibiera el homenaje de sus enemigos y fuera considerado como monarca superior.
«Vino, pues, Aceit de Valencia junto a nuestro rey a la villa de Moya, y allí mismo se hizo vasallo suyo, viéndolo todos los que estaban presentes, y besó su mano, y se firmó entre ellos un pacto, que posteriormente el propio Aceit de Valencia, como vil apóstata, rompió sin causa justa. Al año siguiente […] le salió allí al encuentro el rey de Baeza y se hizo vasallo suyo él en persona y sus hijos, y se le unió de forma inseparable y hasta la muerte […] Todos inferían mucho daño a los sarracenos junto con el rey de Baeza, al cual se unían ya muchos soldados, que son llamados alaraves […] Entonces casi todas las villas y castillos, que hay entre Córdoba y Sevilla, se volvieron al rey de Baeza y lo aceptaron como señor. Por último Córdoba, noble y populosa ciudad, lo recibió como rey y se sometió a su dominio, después de capturar y poner en cadenas a su propio rey, hermano del rey de Sevilla […] El señor de Valencia, que se llama Aceit, roto ya entonces sin causa el pacto, se había apartado del dominio y amistad de nuestro rey […] conminó al rey de Baeza, como vasallo suyo, a que le entregara las fortificaciones que él quisiera elegir del reino cordobés que recientemente había adquirido, según el pacto escrito y firmado entre ellos […] El rey huyó con unos pocos, pero los cordobeses lo persiguieron y alcanzaron junto al castillo de Almodóvar, donde lo decapitaron. Enviaron su cabeza al rey marroquí, enemigo capital suyo que, no muchos días antes, había pasado de Sevilla a las tierras de Marrakech. Cuando le fue entregada la cabeza, el rey marroquí, según muchos afirman, la golpeó con la vara que tenía en la mano, profiriendo palabras injuriosas en su deshonra y en la de toda su parentela. Y como un hermano del rey de Baeza le respondiera ásperamente, el rey marroquí le golpeó con una espada, y así se originó una sedición y muchos, de una y otra parte, perecieron dándose mútuamente la muerte».
El rey de Castilla se había convertido en el señor de los dos personajes más destacados que se enfrentaban en la Península Ibérica al califa almohade y a sus representantes. El poder teórico de intervención que le había sido transferido por sus vasallos — si bien el vasallaje de Abu Zayd nunca llegó a ser efectivo — facilitó numerosas ganancias territoriales y la posibilidad de convertirse en árbitro de la situación de los reinos musulmanes penínsulares
La narración de Juan es esencialmente histórica, claro está. Pero se apoya en los procedimientos de la ficción ejemplar. La tentación de la ficcionalidad llega a su culmen, creo, con el desenlace del episodio. El canciller construye una narración trágica en torno a la muerte desastrada de Aven Mahomet, de la que no ha sido testigo, pero que ha llegado a conocer porque la fama la ha traído hasta él : ista didicimus fama referente. Satisface así el autor de la CRC las expectativas creadas por la intriga : el señor almohade, incluso fiel inseparabiliter, seguía siendo un musulmán y por tanto, estando predestinado a una muerte cruel. Juan de Osma utiliza todas las posibilidades de una puesta en escena espectacular para contar el fin de Aven Mahomet : éste es decapitado, su cabeza presentada al califa que la golpea con una espada, lo que provoca una revuelta y la muerte de muchos almohades. Juan actúa aquí con maestría : logra organizar los elementos de un relato basado en hechos reales, para destacar la figura del único héroe posible, Fernando III, y concluir la necesaria eliminación de los protagonistas musulmanes.
Este pasaje tuvo que cautivar a los lectores u oyentes de la CRC : creo razonable sugerir que la enunciación reiterada de la infidelidad de Abu Zayd y de la fidelidad de Aven Mahomet pretendía que el público comprendiera cabalmente los hechos y su significación política. Con estos relatos de vasallaje, Juan bien pudo incitar a los nobles a respetar las obligaciones debidas al soberano, obrando así directamente en favor de su monarca, guiando a sus receptores hacia la necesaria aceptación de la fidelidad al soberano, fidelidad tan poderosa y positiva que incluso podía modificar las acciones de un señor musulmán. La lección destinada a los nobles de la corte esa clara : la fidelidad al rey se ve acompañada de recompensa — sobre todo si se es cristiano35. El canciller aparece así como uno de los defensores (¿ el mejor defensor ?) de los intereses de Fernando III de Castilla y León.
Concluiré pues provisionalmente que el espesor de la prosa histórica de Juan de Osma, prosa que busca la configuración del mundo real y la construcción de estructuras inteligibles, da lugar en la CRC a espacios de recreación estética, a cuentecillos ejemplares, a casi ficciones sentimentales y políticas. El canciller no cotejó fuentes ni manejó abundantes materiales escritos, o al menos no lo hizo de manera constante y visible : su inspiración parece haberse hallado, en lo relativo a los pasajes que hemos comentado aquí, en su experiencia, su memoria, los rumores de la corte, los cuentos conocidos por su público.
Son éstos aledaños de la ficcionalidad, que traducen retazos de un pensamiento monárquico y clerical, el cual estaba poniéndose en pie a fines del XII y principios del XIII. Quizá precisamente esa necesidad de adecuar una ideología fuerte a un texto de naturaleza histórica hizo que Juan diera con la ficcionalización de algunos materiales como clave de su éxito. Los elementos que he desgranado no son sino unos cuantos de los medios desplegados por el canciller a fin de aumentar la fuerza de convicción de su relato, cuyo universo referencial se ve contaminado en ocasiones por el universo ficcional.
No neutralizó el canciller la dimensión subjetiva de los hechos relatados, ni optó por la sobriedad ; nuestro autor eligió el régimen literario para algunos de los lugares de su crónica. La escritura de la CRC es polifónica, se halla escalonada en diversos estratos, que pudieron ofrecer diversas lecturas según el nivel y las ambiciones de sus receptores. La CRC, por fin, asentó su verdad en el cuidado que puso Juan en la elaboración de su relato, un relato del presente, de una monarquía castellana en majestad.
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