BAEZA MEDIEVAL



Sede episcopal.
La ciudad romana de Viatia fue adquiriendo  paulatinamente importancia durante el periodo visigodo como lo prueba el hecho de que a lo largo del siglo VII se trasladasen a ella la ceca, es decir la "fabrica de mone­da" que en los reinados inmediatamente anteriores había estado en Cástulo, y aun más significativo, la propia sede episcopal. Esto supone que frente a la decadencia de muchas localidades del Alto Guadalquivir, incluida Cástulo que había sido la más importante, Baeza había ido creciendo en importancia, hasta con­vertirse en una de las principales ciu­dades de la región.
Durante los primeros siglos islámicos (VIII y IX) apenas hay noticias de ella, aunque se sabe que mantuvo su obispo al menos hasta mediados del siglo IX, momento en que se menciona a Saro, el cual apoyó al abad Sansón en su enfrentamiento con Hostégesis, obispo de Málaga. Puesto que este último era uno de los más firmes partidarios de la cola­boración con los emires de Córdoba, es posible que esa actitud del obispo baezano significase la oposición al poder de la comunidad cristiana de la ciudad. Este pudo ser el motivo por el que Abd al-Rahman II fundó Úbeda, poblada por árabes, para controlar la zona oriental de Jaén.
Por lo que se refiere a su tamaño y urbanismo, desde sus orígenes la ciudad debió limitarse al cerro del Alcázar, aunque en los siglos IX y X se produci­ría un lento crecimiento de población, que se concretaría en la aparición de barrios extramuros, y muy posiblemente en la organización de amplías zonas de cultivo en las inmediaciones, aprove­chando el agua de los diversos manantiales del lugar.
La época debió ser de relativa prosperidad, dotándose la ciudad de edificios públicos, como el alminar levantado a finales del siglo X por al-Durrí, fata de al-Hakam II, al que hace referencia una inscripción conservada en Baeza.
Baeza quedó a partir de 1014 situada en la intersección de varios pequeños reinos musulmanes nacidos a raíz de la desintegración del Califato de Córdoba, y pasó de unas manos a otras: Murcia, Almería, Denia, Granada (1057-1077), Toledo (1077), Sevilla (1077-1091), en lo que fue el periodo más agi­tado de su historia.
Esta situación de inestabilidad conduciría a que la población se refugiase dentro de las murallas, por lo que las áreas más próximas al recinto urba­no se rodearían con una muralla, de la que han aparecido restos en las excavaciones de la catedral, junto a la torre del campanario, creándose el segundo recinto.
Luchas fronterizas.
El mismo año de 1224 Fernando III había lanzado su primera campaña contra territorio musulmán. Al-Bayyasí se entrevistó con él en Baños de la Encina estableciendo un pacto, y entre­gándole a uno de sus hijos como rehén. De esta forma se aseguró la ayuda de Fernando frente a posibles ataques de al-Adil, mientras que el rey castellano obtuvo la neutralidad del Baezano, con lo que pudo atacar Quesada, arrasando sus defensas, prosiguiendo después en una larga correría por el Guadalimar y Guadalquivir, llegando hasta las proximidades de Jaén. Al año siguiente, al comienzo de la campaña de verano, Fernando III recibirá el vasallaje efectivo de al-Bayyasí, quién a cambio del apoyo del castellano para controlar el territo­rio de Jaén, debió colaborar con él y entregarle primero Andújar y Martos, y después las fortalezas de Salvatierra, Baños y Capilla, acordándose que mien­tras no se le entregasen estas últimas, habría una guarnición cristiana en la alcazaba de Baeza.

Pero ya había entregado la alcazaba de Baeza a Fernando III, en cumplimiento de su pacto, ya que Capilla debió tomarse al asalto. Tras su muerte, la población de Baeza con la ayuda del gobernador de Jaén intento expulsar a los cristianos mandados por el maestre de la Orden de Calatrava D. Gonzalo Ibáñez de Novoa, que resistió todos sus esfuerzos, por lo que ante la posibilidad de que llegasen nuevos refuerzos castellanos acabaron abandonando la ciudad que quedo definitivamente en manos de Fernando III en diciembre de 1226.

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