martes, 9 de mayo de 2017

"EL PADRE SIFON"





Diego Lozano Jiménez nació en Baeza en 1932.

Andaluz de porte esbelto y mirada contundente. Tenaz en su trabajo, fervoroso de corazón, filósofo, artista, un hombre aforista de respuestas rotundas.

Todo el pueblo de Baeza lo conocía como el padre Sifón y hasta como tal le han cantado coplas y recitado poesías que él atesora en su estudio-museo junto a decenas de estampas religiosas, recortes de periódicos, fotografías de proyectos y dedicatorias acumuladas a lo largo de más de veinte años de actividad artística.



Lo de Sifón, o sifonero, le viene a Diego de familia, y acepta el sobrenombre con el orgullo de haber portado el testigo de una de las fábricas de gaseosa más antiguas de España.

Fundada en 1885 y hoy desaparecida, Gaseosas Lozano dio sustento a cuatro generaciones de su familia y su éxito permitió a Diego desengañarse del valor de la fama. De su etapa como sifonero sólo recuerda las distancias que recorrió como repartidor de botellas y el lema publicitario: “Si quieres vivir fuerte y sano, bebe gaseosas Lozano”

Diego Lozano o “Padre Sifón” que es como lo conocimos muchos de nosotros, debía su apelativo al que fuera obispo de Jaén, Miguel Peinado, que se lo puso por su condición de fabricante y vendedor de sifones y gaseosas.

Corría la década de los setenta cuando Diego formó parte de un grupo de baezanos que por amor a su tierra y su fe, estimulados por la iniciativa del canónigo reverendo don José Melgares, acondicionaron, pintaron e hicieron labores de restauración en la Catedral de Baeza para poder mantenerla abierta al público.

“Tenía cincuenta y dos años. Era 1982. En la calle Romanones encontró la talla de un Cristo (ahora ubicado en una de las paredes del museo) que alguien había desechado como cualquier objeto decorativo inservible. De ahí se dice saco la intuición y su inspiración para tallar la piedra.

Repartiendo sifones por las calles de Baeza cuando encontró una piedra franca caliza en los restos de una obra e inspirado por aquel momento, comenzó a realizar una réplica de la Custodia de Baeza.

Aquella obra que comenzó de forma “casual”, finalmente le llevó 4200 horas de trabajo repartidas en 6 horas al día durante dos años. Todo un ejemplo de constancia y perseverancia




Paciente fue su espíritu ante las horas, los materiales precarios, sus conocimientos autodidactas y la incredulidad de sus paisanos que sarcásticamente hablaban de la Custodia del padre Sifón como del “cohete” interminable.



Tras la custodia fue la Fuente de Santa María, el Palacio de Jabalquinto, el Ayuntamiento, la Puerta de Jaén, la iglesia de la Concepción...hasta un total de 15 monumentos esculpidos. Es decir, gran parte del patrimonio artístico de Baeza reproducido a escala.



Impresiona la audacia de las perspectivas, las escalas y las proporciones de todas ellas. Deslumbra su sentido del humor e ironía al incluir detalles que convierten cada escultura en una particular forma de expresar su amor por la tierra, su descontento con la tendencia a sistematizar y canonizar el arte y conmueve su espíritu ante los millares de horas invertidos sin descanso.

Diego prestó singular atención a una obra que le dignifica como escultor, esposo y padre. Se trata del árbol genealógico familiar, creado en 1996 sobre mármol de Macael. Su cabeza —mejorada— como a él le gustaba recalcar y caricaturizada por unas viejas gafas que descansan sobre la nariz prominente, reposa sobre un capitel, adornado con ocho hojas de laurel que representan a sus hijos y el rostro en altorrelieve de su esposa Ana, con la que contrajo matrimonio en 1958.




Con una sonrisa dispuesta para el transeúnte ocioso, el estudioso insolente o el turista curioso, a Diego le nace una historia... “y eso que no he estudiado Bellas Artes, Arquitectura, ni Física”. Sabe de matemáticas, geometría y proporciones gracias a un talento ágil e intuitivo al igual que conoce la Historia del Arte casi como si se la hubieran contado los propios constructores y escultores de las catedrales. Amante de las historias y las narra como los artesanos, destilando las palabras a golpes de cincel que escaran la piedra. 

Para todos y cada uno de los visitantes de su taller-museo hay una anécdota de su vida, su pueblo, su obra, su religión y aunque nadie salga de allí propietario de ninguna de sus piezas, todos los que hemos disfrutado de las palabras del padre Sifón, abandonamos sus dominios de piedra y cincel, conocedores de la historia de una tierra imbatible, una tierra de conquistadores que hoy es, merecidamente, Patrimonio de la Humanidad.



Guardadó una relación íntima con cada una de sus piezas y nunca las quiso vender.

Digno de halagos, premios, menciones internacionales, motivo de artículos y entrevistas, los honores no le convertirían en inasequible.

Puede parecer fortuito que su estudio esté donde estuvo su empresa familiar, pero no lo es. El padre Sifón consideró su vida un regalo de Dios y, sin sus manos, su casa, su familia y su pasado él, simplemente no hubiera sido él.




El arte es un don; el don de expresar con aciertos los sentimientos. El artista, sensible en sus creaciones, calibra el espíritu que anima sus obras, la creación sería imposible sin ello.

Un cartel impreso y enmarcado llama la atención. Reproduce unos versos de Antonio Machado: A mis soledades voy, de mis soledades vengo porque para estar contigo, me bastan mis pensamientos.

Resume la forma de pensar de don Diego. El suyo es un pensamiento gráfico y sencillo. Un turista ensalza su humanidad, dice de él que es un prohombre y él se ruboriza: “No hombre, no; sólo soy un hombre normal que ha descubierto la fuerza de sus manos”.

Así era el maestro Diego Lozano. Un hombre de hábitos sencillos y de pensamientos profundos. Recio y contundente a la hora de ofrecer sus esculturas al mundo: “¡Qué vengan aquí y las vean!”. Eso siempre se lo deberá Baeza





Fuentes:

Texto de Patricia Romero, Licenciada en Ciencias de la Información
Fotografías de Patricia Romero y Miguel Angel Salcedo e Internet


3 comentarios:

  1. Las esculturas del Padre Sifón de Baeza, de los monumentos más importantes de las dos Ciudades
    Patrimonio de la Humanidad, es una de las joyas por visitar en esta monumental Baeza - residencia
    de Antonio Machado. (muy promocionada el conjunto de la obra de D. Diego Lozano por Alojamiento Los
    Poetas de esta localidad).

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  2. Impresionante la obra que nos ha dejado Diego "Padre Sifon".
    Desde Alojamiento Los Poetas recomendamos a todas las personas
    que se desplacen a Baeza, visiten el taller del artista Lozano.
    Su legado dignifica al artista y a todos-as amantes del arte
    por su inagotable constancia en busca de la belleza más bella y
    del amor desinteresado hacia su tierra y los suyos.

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  3. Hoy, por alguna razón, recordé al Sifonero de Baeza. Lo conocí ahí, muy cerca de la Sede Antonio Machado de Baeza, de la Universidad Internacional de Andalucía, donde estudiaba. De hecho, detrás de la Universidad, pasando por el costado de la Catedral, donde estuvo Juana La Loca. En varias oportunidades estuve conversando con don Diego. Buen conversador, pero de frases cortas y directas. Sencillo como el que más, pero con un espíritu de monje medieval, produciendo apenas un poco de gaseosas pero dándole con ganas, con pasión a la roca para sacar de ellas el monumento histórico que encerraba y que solo don Diego sabía cómo sacarlo de allí. Algo le escribí; un poema que fue saliendo de manera intermitente, como lo fue la actividad del interruptor la madrugada en que lo escribí. Un par de líneas ahora y apagaba la luz, de pronto, de nuevo a activar el interruptor y otras dos líneas, y así hasta que, al amanecer vio la luz, y ahí quedó colgado en la pared de su museo. ¿Sobrevivirá? Don Diego se fue, pero quedó su espíritu, su legado. Y esas rocas esculpidas nos insinúan que cualquier cosa que hagamos durante el día, de todos los días, de toda la vida, es solamente una excusa para vivir la vida.

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